Revista Deportes

Que ruede ya el balón

Publicado el 12 junio 2014 por Davidmaldini @ConDdeDeporte

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Quedan horas escasas, apenas medio día. Después de cuatro años que hasta hace un suspiro se antojaban una eternidad, y de repente ya está aquí, ya está llamando a la puerta Brasil 2014, el Torneo deportivo más importante del mundo. Se disparan los nervios.

No ha sido un camino sencillo. Brasil, un país que huele a fútbol por sus cuatro costados no ha tolerado esta vez las desigualdades sociales que oprimen a buena parte de su población. Ese típico olor a competición ha sido sustituido en esta ocasión por cargas policiales, huelgas y mucho malestar social ante lo que consideran tanto despilfarro innecesario (diez mil millones de euros aproximadamente, un noventa por ciento de ellos del dinero público). Y puede que no les falte razón pero en todo caso parece que todo está listo, o casi, para que suene el pitido inicial y dentro de un mes de competición sepamos cuál será el nuevo rey del fútbol mundial. Y aquí no existen las casualidades. Difícilmente no ganará la selección que más lo merezca. Es un camino tan largo y tan empinado que sólo el alumno más aventajado levantará el trofeo, la Copa del Mundo, en su día el Trofeo Jules Rimet. Pero ojo, en el fútbol se da una característica que no existe en otros muchos deportes: ganará el mejor…preparado, el más…acertado de cara a puerta, el más…beneficiado de los errores propios y ajenos, etc etc, pero no necesariamente el mejor sobre el papel. Todo requerirá una alta combinación de factores, algunos de ellos tan azarosos casi como elegir entre cara y cruz.

En el camino quedarán repartidas las demás selecciones en una mezcla de rabia, insatisfacción y objetivos incumplidos (o cumplidos, quién sabe). Pero, ¡qué sería de un Mundial de fútbol sino precisamente eso! Esa sensación de que cada paso es un salto de gigante, de sentirse mejor que los demás ¡por qué no decirlo!, aunque sea a nivel estrictamente deportivo. ese deseo irrefrenable de abrazarte con gente que no conoces pero que comparte la misma camiseta. Todo ello es el Mundial de fútbol, el coto privado de los mejores pues no en vano sólo ocho países de las doscientas nueve federaciones que incluye la FIFA han levantado el trofeo a lo largo de más de medio siglo. Hay demasiado gallo en el mismo gallinero.

Este año parece difícil hacer un nuevo pronóstico. Se supone que Brasil parte como favorita pero la historia nos dice que los mundiales son crueles con sus anfitriones. Sólo cinco en diecinueve ocasiones han conseguido tal honor ante su público, y quedaría por ver el rendimiento de sus, en teoría, más inmediatos rivales que la mayoría señalan en España, Alemania y Argentina. Como suele ocurrir en estos casos, los pronósticos no servirán de mucho y las sorpresas llenarán portadas de medio mundo. Los brasileños defienden que todos los mundiales celebrados en latinoamérica han caído en manos de selecciones sudamericanas: Uruguay, Brasil y Argentina, pero la realidad recuerda a menudo que esa estadística es bastante obsoleta y que la aclimatación y preparación de las selecciones europeas en terreno americano es ya como mínimo tan buena como las selecciones de dicho continente.

En contrapartida, la cada vez más deficiente planificación de los calendarios mundiales, sobrecargados por motivos extradeportivos: televisiones y patrocinadores principalmente, que se están cebando lógicamente con la condición física de los jugadores. Cuesta creer que jugadores como Falcao, Ribery, Gundogan, Reus, Navas, Van der Vaart o Walcott se queden fuera de la cita. Dinero, dinero, dinero. Es lo único que parece importar últimamente en Zurich, sede de la FIFA. Veremos si, tras la resaca mundialista se toman decisiones de calado o se sigue esta misma linea. Por el bien del fútbol que sea lo primero, pero no es momento de tratarlo aquí.

Y resta decir, ya el plano estrictamente deportivo, que cada partido de la Copa del Mundo escribe y reescribe la historia de este deporte, no importa incluso que sea en la fase de grupos: Oleg Salenko anotando cinco goles frente a Camerún en el 94. Italia, con Paolo Rossi mediante, derrotando de forma prematura a la posiblemente mejor Selección brasileña de la historia en el 82 en aquel memorable partido jugado en el demolido Sarriá. La Mano de Dios de Maradona en el 86. El gol más veterano de la historia gracias al camerunés Roger Milla con 42 años, o el golazo de un jovencísimo Michael Owen con sólo 18 años ante Argentina. Y un largo etcétera. Nunca sabrás si el siguiente encuentro que sintonices pasará a los libros de historia o al olvide según termine.

Hoy, 12 de junio de 2014, comienzo un nuevo capítulo, el vigésimo de la enciclopedia del fútbol. Así que, lo dicho. Que ruede ya el balón, por favor.


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