El casi seguro próximo presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, promete convertir España en un país eficiente y competitivo, y para ello debería suprimir primero la carrera a la que pertenece, Registrador de la Propiedad, que gestiona una actividad burocrática parasitaria en un estado moderno.
Como la de notario: ambas profesiones, a las que se accede tras superar dificilísimas oposiciones, proporcionan unos ingresos anuales varias veces mayores que los de presidente del Gobierno, cuando el notario-registrador en una nación ágil como EE.UU. es cualquier ciudadano honorable que da fe de lo que juran otras personas.
Pongamos como ejemplo la oficina de un notario californiano eficaz para trámites legales y de bienes raíces en Burbank, Los Ángeles. Empezó siendo zapatero, pero no Rodríguez, sino remendón, en el 222 Olive Ave. Ahora tiene una imprenta digital que alberga la notaría.
Da fe de documentos personales y certificados de propiedad en su pequeño local tras obtener su licencia en un cursillo de seis horas y el pago en tasas de 144 dólares a la National Notary Association. Previamente demostró que es honrado y respetado por la comunidad.
Sólo se diferencia de los notarios y registradores españoles en que no asesora sobre la legitimidad o conveniencia de los documentos: para aconsejar están los abogados.
La legalidad o no se verá después, y que cada cual se atenga a la justicia, también mucho más rápida que la española.
Lo importante es que así se emprenden negocios y empresas rápidamente, y se facilitan los documentos necesarios para que un país no esté dominado por una lenta, onerosa e innecesaria burocracia.
Para que un país prospere todo trámite burocrático debe resolverse inmediata y eficientemente, y España sólo se salvará si Rajoy, u otro, crean un sistema antiparasitario así.
A ver si se atreve.
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SALAS