¿Qué se discute en la Cumbre de las Américas? Esa es una pregunta difícil de contestar, pues ni siquiera los que han sido invitados dominan el programa exacto –algunos, solo a última hora– ni todos los temas que se debatirían en cada espacio.
Estados Unidos –que confirmó la lista oficial de participantes apenas dos días antes del inicio del evento– escondió hasta lo que debió informar a tiempo y por canales oficiales, como dicta el más elemental de los protocolos.
Así como se ha dicho que el programa es caótico, varios expertos califican como desorganizado, por ejemplo, el proceso de socialización y de planificación del debate de los documentos que analizará el evento, incluidos aquellos que, supuestamente, deben aprobarse en las sesiones de alto nivel.
Pero, como de bobo el anfitrión no tiene un pelo, nadie crea que no hay premeditación en lo aparentemente «revuelto», pues el caos siempre ha sido propicio para los escondrijos, y a EE. UU. le conviene enmascarar aquellos documentos sobre los cuales sabe que no habrá consenso, sino rechazo, por lo que nadie dude que intente disfrazarlos.
Ya lo ha denunciado, en declaración, el Gobierno Revolucionario de Cuba: «se sabe de antemano que los documentos que se pretende adoptar en Los Ángeles están divorciados de los verdaderos problemas de la región, y son en realidad inútiles y omisos, más allá del esfuerzo por otorgar a la Organización de Estados Americanos (OEA) una prerrogativa supranacional para decidir sobre la legitimidad o no de los procesos electorales y por la imposición a los gobiernos latinoamericanos y caribeños de conductas represivas, discriminatorias y excluyentes contra los migrantes».
«Construir un futuro sostenible, resiliente y equitativo» fue el lema con el que se ha intentado vender esta Cumbre, pero vayamos por partes: ¿Futuro sostenible? ¿Cómo, si el cambio climático –uno de los problemas más acuciantes de la región y que tiene entre sus principales causas la industrialización de las grandes potencias como EE. UU.– ni siquiera se encuentra entre los ejes centrales de análisis en la Cumbre?
El tema migratorio estará presente; pero, ¿llegarán hasta las causas raigales de este flagelo, hablarán de desigualdad, globalización, pobreza o neoliberalismo?
Y sobre la resiliencia, bueno, quizá pretendan discutir sobre la adaptabilidad de unos pocos países, los que puedan, sin mencionar a aquellos que deberán resolver… como puedan.
O tal vez los mencionen, sí, en el afán de acopiar votos para un pretendido Plan de Acción en Salud y de Resiliencia de las Américas hasta el año 2030; pero una cosa será mencionar, y otra permitir que el análisis ponga lupa sobre datos a la mano que les delaten la engañifa; por ejemplo, que el déficit en la fuerza laboral en salud en la región alcanza los 600 000 profesionales, algo que afecta el acceso a la atención, especialmente de la población en las áreas rurales y desatendidas, según datos de la Organización Panamericana de la Salud.
Por «suerte» para ellos, Cuba no estará con su verdad ni con su autoridad mundial en temas de salud. De esta forma, ciertamente, evitaron el ridículo, pero les ha costado el fracaso de su Cumbre.
Por último: ¿cumbre equitativa? Da risa que alguien intente atribuirse ese adjetivo, cuando excluye, dialoga con los que le conviene, y ensaya toda argucia para burlar cualquier debate en pro de imponer un texto que, al amparo del eufemismo «gobernabilidad democrática», pretende dar título de único juez electoral en la región a la desprestigiada OEA, la organización cuya cúpula se ha encargado de revelarse instrumento colonizador de Estados Unidos, y compatible con cualquier interés, menos con el de la soberanía de los Estados americanos.
En fin, que el fracaso de este evento –dijo en Twitter el Canciller cubano– es el reflejo del desprestigio moral de la política exterior de EE. UU. y la crisis de su sistema hegemónico panamericanista.
«Nuestra América cambió y solo acepta una relación de igualdad y respeto mutuo, sin injerencias, ni exclusiones», afirmó.