
Que no quede ninguno...
Cuando vives en un pequeño pueblo de no demasiados habitantes con tu madre, cuidando las tierras familiares, tienes una evidente cojera, y todo el mundo te conoce por el apodo “Eliseo, el feo”, parece que no hay mucho más que decir…
Eliseo sacrificó sus sueños de ser músico para ayudar a la familia, pero a sus 40 años y con su mote a cuestas, se decide a cambiar de vida radicalmente. Pero ni siquiera esto le sale bien al pobre, que por un giro inesperado del destino ve truncados sus planes de futuro, aparece su cuñada en escena, y se ve obligado a seguir cuidando las vacas.
OK, la película no es un peliculón, sin embargo no está nada mal. Javier Cámara es muy buen actor, eso ya lo sabemos todos, tanto en comedias como en dramas, Carmen Machi tiene también una marcada bis cómica, y el resto del reparto, todas caras conocidas, crean un muy buen ambiente. Más que tronchante, es una película simpática, tiene sus muchos puntazos, sus situaciones divertidas e ingeniosas y te hace pasar un rato agradable, sin más complicaciones.
Ahora, ¿merece la pena ir a verla al cine? Ay, amigo, tal como está de caro, pues probablemente no, tristemente. Cada día está más y más caro, en algunas ciudades hasta límites vergonzosos, y gracias que no la han pasado a 3d ;) para sacarnos aun más pasta.
Y esto me lleva a otra pregunta: ¿Qué pasa con estas películas después de los cines? Reconozco que veo poco la tele, incluso cada día menos, pero si un día me siento a ver una película, prefiero ver una de estas películas, que no serán peliculones pero entretienen sin duda, antes que ver una cuyo título sean dos palabras “que no casen” pero que suenen intrigantes. Así de pronto, me vienen muchos nombres de películas –no buenísimas- que no han vuelto a ver la luz, y que cumplían su misión.