Es una frase que habría que acuñar en letras de oro o convertirla en un himno tan popular como esas otras: ¡Que baile el oso!,¡Padrino, no se lo gaste en vino! o Leña al mono hasta que hable inglés.
El diario El País dio ayer un verdadero recital con la gripe A, con algo más de una página (volvió al asunto de la monja, la verdad es que no ceja), que después de leerlo se queda uno aún más inquieto.
En la información principal, dedicada a la llamada de los colegios sanitarios a que los profesionales se vacunen contra la “pandemia”, recuerda que solo el 34% de ellos se han inmunizado contra “el virus estacional” del que dice que tiene una tasa de contagio menor que el H1N1.
Yo me pregunto por qué a la gripe A la llaman pandemia y a la estacional, no.
En la información se cita también al presidente del Consejo General de Enfermería, Máximo González, quien reconoce que hay “recelos” por vacunarse entre el colectivo sanitario.
Luego en una frase de esas que se redactan de forma extraña para que pasen desapercibidas si no estás atento, dice textualmente: “González Jurado admitió, no obstante, los recelos que entre el colectivo sanitario existen para vacunarse, pues expresó su deseo de que al menos el 30% del colectivo se inmunice, muy lejos de lo que sería razonable”.
¿Qué significa esto? Pues que ni siquiera el treinta por ciento (cifra ridícula en su opinión) se ha inmunizado.
Menos mal que el siguiente testimonio nos aclara un poco las cosas: “En el hospital Ramón y Cajal de Madrid, con una plantilla cercana a las 5.000 personas, ayer por la mañana sólo se habían vacunado 25 trabajadores”.
En la misma página, ocupando el lugar central, El País incluye un artículo de opinión de Berna González Harbour, titulado “Análisis: El Peligro del péndulo (o de la monja)”. ¿Suena tendencioso, verdad? Monja=peligro. Se refiere a la señora Teresa Forcades, contra la que han desatado una especial cruzada (ellos sabrán por qué) y que el domingo pasado provocó la intervención del Defensor del Lector. Ahora, González Harbour, además del título, hace otra afirmación denostando a la monja-médico y a quienes no la toman por una iluminada: “…hasta las teorías conspirativas como la de la monja Forcades encuentran sorprendentes defensores”. Más de lo mismo.
Pero lo mejor lo he dejado para el final. Reconozco que es poco periodístico hacerlo, pero mucho más literario. Resulta que en la parte inferior de la página reproduce parte de una entrevista con el secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos, realizada por los lectores de Elpais.com. La titulan: “Hay experiencia contrastada en relación con la seguridad de este tipo de fármacos”. Muy bien, dando seguridad a la ciudadanía. Pero la última pregunta (de la edición en papel, no de la digital) es la siguiente:
—Hola, buenos días. ¿Usted se va a vacunar?
—Respuesta de Martínez Olmos: No me voy a vacunar porque no pertenezco a ninguno de los grupos de riesgo definidos por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Muchas gracias.
¿Impresionante, verdad? Dando ejemplo. Y luego nos piden que nos fiemos.
Esto me recuerda una escena de la película Mars Attaks! en la que los marcianos perseguían a los humanos disparándoles con sus rayos láser mientras gritaban “¡No huyan, no les haremos daño, somos amigos!”.
Y aquí vuelvo al principio. La señora ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, y toda su plana mayor debería vacunarse de todas las gripes habidas y por haber en un acto público, ante los periodistas para que veamos claro que vacunarse es bueno, o al menos inocuo . ¿Recuerdan a Manuel Fraga en Palomares, bañándose en la playa con el embajador de Estados Unidos para demostrar que no había peligro de contaminación radiactiva?
La señora ministra debería pasar por su Palomares particular si quiere que la ciudadanía se fíe de sus mensajes tranquilizadores. Ah, y, eso sí, inmunizarse con la vacuna que se administre al resto de la población, que andamos escaldados con lo de Alemania