Miraba a un pozo donde el negro brillaba
pues ayer hubo sol y el agua fue capaz de guardar entre sus moléculas de vida
algo de la luz, ahora yéndose despacio hacia las grietas,
y sus ojos anegados de lágrimas de barro
batían la charca y unas mariposas también ajenas
brotaban sin más entre tanta desolación
¿qué será del otoño?
pudiera haber pensado el hombre, mirándose en el espejo
más claro de todos, al fondo miraba,
donde los vértigos se ríen de si mismos,
donde cae la mirada y se adivina el arcos iris infinito de la vida
nunca procesada en la memoria, nunca plasmada en la ecuación,
nunca atrapada en la red, siempre múltiple
en los panes,
en los peces,
en el hambre y el amor.
Miguel Porcel