Revista Religión

¡qué sería del perú y del mundo sin los consagrados!

Por Joseantoniobenito

¡QUÉ SERÍA DEL PERÚ Y DEL MUNDO SIN LOS CONSAGRADOS!

¡QUÉ SERÍA DEL PERÚ Y DEL MUNDO SIN LOS CONSAGRADOS!

El 2015 celebramos el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa y el año dedicado a la vida consagrada. Dos acontecimientos trascendentales para nuestra iglesia y nuestro mundo.

En el libro de la vida, la santa abulense, doctora de la Iglesia, pone en boca de Cristo la lapidaria exclamación: "¡Qué sería del mundo si no fuese por los religiosos!" (V 11). Se la dice el Señor a Santa Teresa para animarla a la fundación del Monasterio de San José, el primero y decisivo para la renovación del Carmelo: "Que se serviría mucho en él, y que se llamase San José, y que a la una puerta nos guardaría él, y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor" (V 32, 11). Santa Teresa nos propuso un camino hacia la felicidad, aquella que consiste en vivir sólo para Dios y para los otros, olvidándonos de nosotros mismos por amor: "Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo" (Camino 13, 7).

El Papa Francisco ha escrito una bellísima carta con motivo del Año de la Vida Consagrada en la que destaca que "no sólo afecta a las personas consagradas, sino a toda la Iglesia. Me dirijo, pues, a todo el pueblo cristiano, para que tome conciencia cada vez más del don de tantos consagrados y consagradas, herederos de grandes santos que han fraguado la historia del cristianismo". Y a continuación nos da toda una selección de 12 figuras de la santidad, toda una selección mundial del santo campeonato por la perfección, por la santidad. "Qué sería la Iglesia sin san Benito y san Basilio, san Agustín y san Bernardo, san Francisco y santo Domingo, sin san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Ávila, santa Ángela Merici y san Vicente de Paúl? La lista sería casi infinita, hasta san Juan Bosco, la beata Teresa de Calcuta".

Una buena tarea será estudiarlos, difundirlos y ¿por qué no? Hacer otras "selecciones" por países. Yo lanzo la mía, la del Perú, formada por santos, beatos y tres siervos de Dios. 1. Rosa de Santa María. 1586-1617, ), "la primera flor de santidad en el Nuevo Mundo", proclamada patrona principal de América en 1670 por el Papa Clemente X" (Ecclessia in America n.14). 2. Martín de Porres. 1579-1639, canonizado en pleno Concilio Vaticano II, patrón universal de la justicia social. 3. Francisco Solano. 1549-1610, un nuevo Francisco de Asís, trasplantado de la alegre Andalucía a los Descalzos del Rímac. 4. Juan Macías. 1585-1645, pastor extremeño, migrante, amigo de san Martín, icono de la sencillez y la generosidad, desde su vida claustral dominica. 5. Ana de los Ángeles. 1602-1686 Arequipa, beatificada por San Juan Pablo II en 1985, modelo de reforma eclesial, desde el célebre monasterio de Santa Catalina. 6. Luis Tezza.1841-1923, visitador de los PP. Camilos y convertido en apóstol de Lima del siglo XX. 7. José de Calasanz. 1872-1936, salesiano mártir, primer párroco de la iglesia de Magdalena en Lima. 8. Narcisa de Jesús. 1833-1869, ecuatoriana pero domiciliada en el Perú, modelo de laica consagrada, catequista, en el Patrocinio, por la Alameda de los Descalzos. 9. Ascensión Goñi. 1868-1940, fundadora de las Dominicas del Rosario en plena selva peruana. 10. Fray Diego de Ortiz .1532-1571 Cuzco, el protomártir del Perú. 11. Nicolás de Dios Ayllón.1618 Chiclayo, nuestro San Juan Diego. 12. Teresa de la Cruz Candamo. 1875-1953, fundadora de las Canonesas de la Cruz.

Les remito al libro de Rafael Sánchez Concha "Santos y santidad en el Perú virreinal" (VE, Lima, 2003) o al mío "Peruanos ejemplares" (Paulinas, Lima 2009)

El mismo Papa Francisco en su citada carta nos da la razón de la trascendencia de los consagrados. "El beato Pablo VI decía: «Sin este signo concreto, la caridad que anima la Iglesia entera correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de perder garra, la "sal" de la fe de disolverse en un mundo de secularización» (Evangelica testificatio, 3).


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