Revista Opinión

¿Que si debe entrar Pablo Iglesias en la alineación?

Publicado el 23 junio 2019 por Monetarius
¿Que si debe entrar Pablo Iglesias en la alineación?¿Que si debe entrar Pablo Iglesias en la alineación?

Ahora resulta que algunos se acaban de enterar de que los partidos se presentan a las elecciones para gobernar. Cosas veredes, amigo Sancho... La falta de respeto de Pedro Sánchez por los votantes de Unidas Podemos es una de las señales más evidentes del deterioro de la política española. El agradecimiento forma parte de la calidad democrática. Porque esos votantes, que sumaron seis millones de españoles entre Podemos e Izquierda Unida, fueron los que aceptaron que Pablo Iglesias sacara a Pedro Sánchez del vertedero al que le había echado su partido, fueron los votantes que asintieron a que Iglesias rescatara a Sánchez en una moción de censura que se trabajó Iglesias y de la que se benefició un Pedro Sánchez tan extraviado que la semana que salió la sentencia de la Gürtel ni se percató de lo que estaba pasando y se marchaba a Lisboa.

La falta de respeto de Pedro Sánchez por los votantes de Unidas Podemos ya había tenido un episodio anterior con la falta de atención pública al Watergate español, el uso por parte del PP de una policía política para inventar pruebas falsas contra Podemos e intentar echarles fuera del juego político. Pruebas falsas que fueron publicadas por todos los medios de comunicación, aun a sabiendas de que eran falsas. Pruebas falsas que fueron repetidas como ciertas por todos los partidos políticos para atacar a Podemos aun a sabiendas de que eran falsas. Aún recuerdo a Pedro Sánchez señalándome como defraudador, pese a saber que era mentira, con la única intención de debilitar a Podemos. Luego, los que habían defraudado a Hacienda eran políticos de su gobierno e, incluso, José María Aznar, multado por Hacienda y Montoro, es verdad que como aviso en las peleas internas de su partido. Pero sancionado. Han sido cinco años aguantando mentiras y más mentiras. Contra un partido que ha sumado en España seis millones de votos. Pedro Sánchez ha gobernado con 5,3 millones.

Se entiende perfectamente que el PSOE no quiera a Pablo Iglesias en su gobierno. Igual que el Real Madrid no querría que jugara nunca Messi. "Venga Barcelona, pon a otros, pero a Messi no. Si quieres yo pongo a otro portero". Igual que el Barcelona no hubiera querido nunca que jugara Cristiano Ronaldo. "Venga, Real Madrid, cambio la alineación mía pero no pongas a Ronaldo". Si no fuera cómico sería trágico. Pero en esas está el PSOE.

Yo entiendo que el PSOE no quiera que esté Iglesias, porque la socialdemocracia está desapareciendo en toda Europa, incapaz de aguantar políticas socialdemócratas. Sánchez se ha salvado de entre los socialdemócratas europeos, porque ha podemizado su discurso. Pero pasar de las palabras a los hecho ya es otra cosa. Y eso es lo que significaría que entrara Iglesias en el gobierno de Sánchez: pasar de las palabras a los hechos. Y Pedro Sánchez, que lo más socialdemócrata que tiene son los socialdemócratas conejos de la chistera de Iván Redondo, que se duplican o desaparecen en virtud de lo que convenga al espectáculo, quiere hablar en izquierdas y gobernar en derechas. Por eso, Pedro Sánchez mendiga a Albert Rivera vacunas para las reformas laborales, mientras Valls repudia a Ciudadanos por mendigar vacunas antidemocráticas en el dispensario franquista de VOX (El fraude que es Albert Rivera es descalificado directamente por Macron y desde Ciudadanos dicen que es una anécdota. En qué poquita cosa te quedas cuando los medios que te auparon te retiran el favor). En el colmo de la falta de decoro, Sánchez, que ganó la moción de censura con el "no es no" y al que le cortaron la cabeza por no votar a Rajoy, le suplica a Pablo Casado que le regale un sí enamorado de España, que ya si eso de tener memoria también forma parte de los problemas a olvidar.

El bipartidismo se ha acabado y este espectáculo de Gila que está protagonizando Pedro Sánchez, hablando por un teléfono falso como si hubiera alguien al otro lado -cuando en verdad está hablando para el público-, son los últimos coletazos de la España del 78 que se resiste a entrar en el siglo XXI. Como siempre que España no sabe resolver sus problemas, aparece Europa, y Sánchez lanza su penúltimo mensaje desde Bruselas. Nos va mal cuando los europeos se meten en nuestros problemas. E insiste en el mantra de que España es diferente (e irreformable) lo que no ayuda a solventar el reto catalán. Estamos llenos de políticos miopes. Con gafas que solo valen para hacer trucos de magia. Que solo funcionan cuando estás dispuesto a creerte las mentiras.

Quién entre y quién no por parte de Unidas Podemos en el gobierno lo va a decidir Podemos. Y cuando se concrete algo por parte de Sánchez (que en algún maldito momento tendrá que decir algo que no sea tirar balones fuera), será Podemos quien deliberará y tomará decisiones sobre personas y responsabilidades mirando el bien del país y del espacio político nacido del 15M (que en mi opinión coinciden). Claro que Podemos tiene debates pendientes y la asignatura principal de construir un partido-movimiento anclado social y territorialmente. Pero tiene la ventaja de que las decisiones importantes las toman las bases. Y las bases se enfadan de manera creciente por el maltrato del PSOE.

El ámbito natural de Podemos en un gobierno hoy son las políticas sociales. Recordemos que además de regalarle a Sánchez la moción de censura, le regaló los viernes sociales. Con la propuesta estrella de los 900 euros. Un logro de Podemos que se lo apuntó el PSOE con ese gusto por el abrazo del oso que le caracteriza (y que tiene en el grupo PRISA su principal valedor). Una Vicepresidencia social que coordine de las políticas sociales y los ministerios sociales en el nuevo gobierno encaja perfectamente con lo que viene trabajando Podemos estos cinco años. Algo positivo para España y para Europa.

Sánchez llegó al gobierno de una manera excepcional con la moción de censura, lo que ha ocultado el hecho de que estamos en un nuevo momento de la política española que ha venido para quedarse. Por eso Sánchez insiste en que puede gobernar con 123 escaños porque ya lo hizo con 85. Pero es que ahora va a ser Presidente desde unas elecciones, no desde una moción de censura. No verlo implica un punto de frivolidad preocupante. Y, una vez más, una patada a la democracia. A ver si Pedro Sánchez pudo gobernar con 85 escaños, con el grueso de sus diputados enemigos íntimos del Secretario General, y Unidas Podemos no puede siquiera entrar en un gobierno con 42 escaños cohesionados sin fisuras en torno a Pablo Iglesias. Es un insulto a la democracia. Que lo protagonizara un Rajoy agonizante, se puede entender. Pero que Pedro Sánchez alargue la investidura a ver si algún conejo hace sus tareas de prestidigitación debilita al PSOE, a la democracia y a toda la izquierda.

No siempre Sánchez y Redondo han medido bien los tiempos queriendo alargarlos. Pero es que hacerlo ahora debilita la credibilidad de la democracia, debilita el compromiso de la ciudadanía, instala el cinismo y lanza el mensaje de que en España o gobiernan los de siempre o no se juega a la democracia. ¿Cómo demonios nadie está poniendo vetos en España en 2019?

La derecha no tiene ningún problema en instalar el pesimismo. Ahí está, echada en brazos de VOX que cantan el cara el sol y dicen que han pasado. Se cierra una etapa con la decisión de Sánchez. Volvemos a 2014 con una gran coalición del PSOE con la derecha, lo que implicará la ruptura del PSOE y la ocupación del espacio de la izquierda con Podemos como nave nodriza, o Unidas Podemos entra en el gobierno como ella decida y empieza una fase postneoliberal. En este segundo escenario, e l PSOE necesita a Unidas Podemos y Unidas Podemos necesita al PSOE. EN el primero no. No es tiempo de debilitarse mutuamente. Y quien parece no haberlo entendido es Pedro Sánchez.


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