Ninfa Monasterios Guevara.
Leí con detenimiento, tristeza y profunda preocupación un artículo de Gino González, llamado Conuco no es nostalgia (http://www.correodelorinoco.gob.ve/politica/conuco-no-es-nostalgia-opinion/) porque en él se recoge gran parte de la realidad de nuestro campo.
Aún en tiempos de incipiente revolución, sigue prevaleciendo la condición marginal de quienes habitan en las zonas rurales del país. Marginal, en tanto son postergadas, retrasadas o ignoradas las reales necesidades y propuestas que desde el seno del campesinado puedan hacerse ante las diferentes instancias del Estado. Y las políticas que adelanta este, aún siguen abonando el terreno de las prácticas altamente demandantes de insumos y/o lesivas del ambiente (entendiendo o asumiendo dentro del ambiente, al ser humano en su contexto socio-cultural de salud, bienestar y vida armónica), aunque es justo decir que comienzan a levantarse voces y decisiones que apuntan hacia un modo más ecológico de producir, pero que todavía debe transitar caminos de reconocimiento y promoción de lo ancestral indocampesino.
Nos encontramos entonces con un tejido rural dependiente de insumos, maquinarias y métodos externos, desarrollados las más de las veces atendiendo a realidades y objetivos que le son ajenos. En esa realidad, sus saberes y prácticas ancestrales van quedando como lastre, como eso que no puede mostrarse porque da pena tanto atraso, pero que en momentos de crisis, son los que sacan la pata del barro, ofreciendo alternativas propias, ambientalmente amigables y sobretodo, soberanas. También sirven estos conocimientos para alimentar las mentes y trabajos de sabios investigadores-as que, título de por medio, validarán tales prácticas y les darán brillo y seriedad científica. Cientos de años de convivencia natural con el ambiente (lluvias, luna, tierra, plantas, animales) no bastan para validar lo que nuestra gente haceMisterios de la ciencia.
El problema del campo, por su parte, se va haciendo cada vez más crítico, en la medida que nuestro campesinado solo se dedica al monocultivo y tiene que ir a las bodegas, pulperías o abastos a comprar lo que bien pudiera sembrar en sus tierras. El conuco, exaltado y reconocido en la letra de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, como base cultural y alimentaria del país, queda sumido en un lamentable olvido, porque no rinde beneficios al entramado científico-técnico instalado en el país. Quedan entonces los conuqueros y conuqueras, viviendo esa vida que deberíamos disfrutar las mayorías: consumir los frutos de lo que siembran nuestras manos, alimentarnos sanamente, convivir en armonía con el entorno y garantizar el hambre cero.
El conuco no es nostalgia, está allí presente en la resistencia terca de miles de campesinos y campesinas. Está allí presente en la mesa de millares de hogares venezolanos cuando consumen ocumo, ñame, auyama, yucaEl conuco está allí resolviendo en momentos de crisis (no olvidar el paro petrolero de 2002) y demostrando que es esa diversidad de cultivos la respuesta lógica y necesaria para garantizar la soberanía alimentaria del país.
El conuco tampoco es vergüenza, porque es de su seno que abrevan cientos de miles de bocas. Está siempre señoreando en medio de los tantos hervidos, sancochos y cruzados que se hacen a lo ancho y largo del país, por contar solo los fines de semana. Es parte de lo cotidiano y feliz. Es parte del compartir, del recrear, del disfrutar. Aunque la mayoría no lo sepa conscientemente. Todas y todos nos beneficiamos y gozamos de los frutos de los conucos que aún subsisten.
Sin embargo, el común en nuestro campo y en nuestras ciudades no tiene que ver con sembrar o criar lo que consumiremos. Es que tienen que ser otros u otras las que siembren y cosechen. Nos hemos alejado tanto de nuestros orígenes que preferimos la gaseosa al jugo natural, el bagazo de harina de maíz precocido a la arepa de maíz integral o a las verduras cocidas. Tan alienados y alejados de lo que somos: hombres y mujeres de un país tropical, diverso, que preferimos hacer colas kilométricas en busca de productos de primera (¿?) necesidad, antes que probar alternativas (incluso más sanas) que no alimenten al sistema perverso que nos esclaviza y que rompan sus pretensiones de hegemonizar nuestras vidas y de hacernos renegar de nuestras convicciones y principios.
Una propuesta revolucionaria debe impactar profundamente el modo y el contenido de lo que comemos y usamos. Volver a nuestras raíces. Sí, a nuestras raíces: las ancestrales, las indígenas y campesinas que llevamos corriendo en nuestras venas. Sí, a nuestras raíces-y tubérculos- yuca, papa, ñame, ocumoA nuestras arepas de maíz integralA nuestros dentríficos naturales
Una acción revolucionaria es volver a sembrar. Producir en cada espacio que tengamos. Incluso plantas medicinales. Volver a los guarapos. Defender nuestros alimentos y, con ellos, nuestras medicinas. Volver a la tierra, a su seno sagrado de madre que nos amamanta. Volver a ver la luna y sus cambios, como guía de nuestras actividades. Volver a ser
¿Que siembren otros?….¡Que va! La mejor estrategia es convertirnos en lo que fuimos: sembradores-as de nuestros alimentos. Cosechadores-as de nuestra vida sana y feliz. Conuqueros y conuqueras en lo urbano y lo rural. Promotores-as de lo diverso.
Para terminar esta perorata, unos versitos de corta data.
“La arepa secuestrada”
Desde tiempos inmemoriales
en tierras venezolanas
tempranito en cada mañana
se reivindicaban los maizales
En budare de hierro o barro
redondas como la luna
nacían una por una
las arepas de sus manos
Con maíz entero y pilao
cargado de sus nutrientes
la arepa llegaba a los dientes,
cual cardenal bocao
Pero la prisa cambia todo
y la vida moderna reclama
que temprano en la mañana
se rinda el tiempo que es oro…
Apareció entonces la idea
que traería la solución:
bagazo de maíz al fogón
sin sustancia y sin tanta odisea
Quedó el pilón olvidado
en un rincón de nuestra casa
porque ahora se hace la masa
con el bagazo envasado
Y pa´ colmo de los males
ese fulano invento
le cambió el fundamento
a costumbres ancestrales
Ahora prefieren la pepa
de un paquete amarillito
cuyo nombre en criollito
dice pan en vez de arepa
Acá termino la historia
de un drama de estos tiempos:
nos secuestran los cimientos
y nos amansan la memoria…
Colectivo CARIACO
[email protected]
Bloque Revolucionario de Aragua.-