Cuando en 1939 los empleados de compañía United Fruits comenzaron a preparar unos terrenos para el cultivo del banano en la región costarricense del Delta del Diquís, entre los ríos Terraba y Sierpe, hallaron unas enormes bolas de granito y gabro -roca plutónica- perfectamente redondas y pulidas. Desde entonces se han hallado unas 300 en la zona, que van desde el tamaño de un melón hasta los 2,5 metros de diámetro.
Conocidas vulgarmente como esferas del Diquís, las bolas fueron talladas entre los años 800 y 500 a. de C., según la arqueóloga Ifigenia Quintanilla, de la Universidad de Costa Rica. El origen de estas esferas, que fueron talladas con martillos de piedra y pulidas con materiales abrasivos y cuero, es incierto. También lo es su significado. Las hipótesis sobre su razón de ser van desde mojones para delimitar fronteras tribales hasta objetos de culto, calendarios astronómicos de gran precisión, jardines astronómicos que representan constelaciones estelares a escala, cartas de navegación marítima y corrientes oceánicas, compases magnéticos y otras ideas que pertenecen al marco de la pseudociencia.
Una de las limitaciones con la que se encuentran los expertos es que el 90 por ciento de las esferas encontradas han sido desplazadas de su posición original. No obstante, los arqueólogos costarricenses tienen la esperanza de descubrir en un futuro nuevas piedras in situ con la ayuda de la tecnología más avanzada a disposición de la arqueología: escaneado del terreno con ondas de radio de baja frecuencia, sensores de rayos infrarrojos, estudios de resistencia eléctrica y magnetómetros de protones.