En los últimos años la medicina ha trabajado mucho para hacer más fácil el camino de la contracepción a las mujeres proporcionándoles alternativas cada vez más seguras y prácticas. Un buen ejemplo de esto son los parches anticonceptivos.
Los parches anticonceptivos son uno de los métodos más modernos y prácticos dentro del tipo estroprogestínico que existen. Son una excelente alternativa a las tradicionales píldoras sobretodo para aquellas mujeres a las que les resulta un problema mantener unos horarios fijos en el consumo de medicamentos. Además resultan igual de efectivos.
Los parches anticonceptivos liberan a la piel las mismas hormonas derivadas de progesterona y de estrógenos que las píldoras de siempre, por lo que deben ser igualmente prescritos por un médico y vendidos con receta. Su principal ventaja es que solo se tiene que cambiar una vez por semana, con lo que es más fácil de usar que las pastillas: reduce el riesgo de olvido y, por tanto, el de que no funcione como método anticonceptivo.
Los parches anticonceptivos se llevan puestos siempre: solo se quitan para cambiarlos una vez por semana y se pueden colocar en el estómago, glúteos, espalda o en la parte superior de los brazos. No resultan ningún problema para la mujer a la hora de meterse en el agua o hacer deporte.
Hay que recordar que tanto los parches como las píldoras son métodos anticonceptivos, no de protección frente a las enfermedades de transmisión sexual así que en ningún momento pueden sustituir a los preservativos en la vida sexual.
Los posibles efectos secundarios de los parches anticonceptivos son los mismos que los de las píldoras: riesgo de trombosis venosa, hipersensibilidad mamaria, dolor de cabeza, náuseas… La única diferencia es que deben cambiar su lugar de emplazamiento cada semana para evitar posibles erupciones cutáneas.