Revista Cultura y Ocio
(Un tren circulando por las inmediaciones inundadas por la crecida del Ebro.)
Estos días, muchas localidades de La Rioja, Navarra y Aragón andaban conteniendo la respiración mientras el Ebro crecía y crecía y se desbordaba. No es algo que sea novedoso; ocurre cada año, casi como si fuera una tradición, aunque es cierto que este año han sido particularmente importantes. Hasta el punto de que la crecida de estos últimos días es la cuarta en un mes. Que digo que algo de previsión debería haber habido.Saldrá ahora más de un demagogo de las regiones del sureste y este español diciendo que esto con un trasvase se solucionaba. Creo que algunos aún no han aprendido la diferencia entre un río y una acequia. Además, que también se podrían aprovechar mejor los recursos hídricos en el levante español, que aquí también se producen cada año inundaciones por la Gota Fría y no veo a ninguno de esos demagogos protrasvase decir nada.El problema del Ebro (y de otros ríos de este país) es la presión que ejercemos sobre el medio ambiente, presión de la que parece que no nos queremos dar cuenta. Construimos nos instalamos en las zonas inundables y pretendemos encerrar el río entre diques y hormigón. Pero los ríos y la naturaleza no son tan fáciles de domesticar. Creemos, de hecho, que dominamos la naturaleza y eso no es así.También se deberían limpiar los ríos. Igual que los montes se deben limpiar para evitar los incendios forestales de verano, los ríos deben ser limpiados para evitar inundaciones en épocas de deshielo o de Gota Fría.Los problemas verdaderamente importantes, en manos de los políticos, al final no tienen solución. Unos y otros dejan la casa sin barrer y luego pasa lo que pasa. Habrá que preguntarse quién sale favorecido de estas inundaciones anuales, fenómenos totalmente predecibles si se pusiera algo de cabeza y sentido común.