Ahora que termina mi etapa de aventurera y regreso a mi casa por Navidad con la cabeza puesta en algo que quiero hacer, quería compartir con vosotros algunas de las cosas que siempre he llevado en mi maleta desde que abandoné mi ciudad para ir a la Universidad, allá por el 2006.Siempre me ha gustado volver a mis raíces, a lo que mi familia y los buenos maestros me han enseñado. Nunca he querido defraudarles y muchísimo menos romper lo construido tras tantos años de esfuerzos en los que intentaba entender qué quería ser cuando fuese mayor. Odiaba que me lo preguntasen y muchísimo menos que la mayoría de los profesores estuviesen obcecados en que las personas que estudiasen ciencias puras eran las más brillantes o las que tendrían el mejor puesto de trabajo. Algo me decía que estaban equivocados y que las demás opciones eran igualmente brillantes y que cada uno, simplemente, tenía que escoger el camino que le fuese más afín. "En la vida siempre hay más opciones, más caminos, más posibilidades por si te falla una"(De un buen profesor de mi colegio)
Los años pasaron y, como toda persona, fui cambiando mis intereses, algunos en compañía de mi mejor amiga Alexandra (desde gimnasia rítmica o piano hasta baile moderno y hiphop) hasta que descubrí el ballet clásico. Aunque tenía buenas condiciones físicas y el tesón nunca me había faltado, lamentaba diariamente con algunas lagrimillas entre los ojos mientras estudiaba asignaturas que ya no me decían nada, no poder haber empezado desde niña (comencé con 16 años) y vivir solo y para eso. Había descubierto POR FIN mi verdadera vocación y ya era muy tarde para meterse en un conservatorio oficial de danza y soñar con ser una prima bailarina que pudiese expresar al público todas esas cosas que las palabras jamás alcanzarían.
"Nunca se habla mal de un profesor que te ha enseñado""El ballet debe estar muy bien para enseñarlo"(De mi profesor de ballet)
Aunque un tanto frustrada, me di cuenta de que enseguida llegó a formar parte de mi vida y que me ayudaba a crecer en todos los sentidos. Primero, de tanto estirarme logré un par de centímetros y llegué al 1,55. Segundo, me ayudaba a estudiar las asignaturas más rápido y sin tanto perfeccionismo para poder dedicarle tiempo por las tardes. Tercero, me evadía de todo aquello que había a mi alrededor y que no me gustaba. Cuarto, me ayudaba a administrar mejor el dinero: me compraba menos ropa y caprichos para pagar las clases. Quinto, me gustaba observar el trabajo en equipo (profesor-alumnas). Sexto, la música me ayudaba a sentir y transmitir lo que llevaba dentro y que, muchas veces, por mi timidez, no lograba.Así, el ballet me ha acompañado siempre y nunca lo he dejado. Ha sido mi compañía fiel e indispensable. Desde que lo empecé, hasta que pasé por la Universidad con mi estancia Erasmus en Graz y hasta ahora que trabajo Alemania. Siempre me ha devuelto lo que le he dedicado y nunca me ha fallado. Aunque es obvio que no siempre me ha acompañado de la misma manera. No siempre he podido hacer las clases que quisiera y así, inspirarme con vídeos de Víctor Ullate y Tamara Rojo, practicar Yoga y Pilates y aprovecharme de mis estancias en el extranjero para ver ballets me han complementado a la perfección. Para sentir la danza no se necesita ser una prima ballerina o hacer los mejores Fouettés y Arabesques porque yo estoy segura de que todo esto se puede sentir igual desde una perspectiva muchísimo más secundaria.
Víctor Ullate.
Con Víctor Ullate, en el espectáculo El Sur, Vigo 2006.
Tamara Rojo.
Y esta es la música que siempre me acompaña y me ayuda a superarme en los momento más duros:- La clase de ballet, Robert Infiesta.- Ballet Etudes, Robert Long.
En Vigo, clases con la gran maestra Hannelore.
Nunca olvidéis que la humildad es fundamental para reconocer el talento(Víctor Ullate)