Revista Coaching
Esta semana en uno de los aviones de vuelta a casa me encontré con un buen amigo que tiene una bodega. Disfruté mucho de su conversación y me llevé un buen consejo. Me contó que el consumo anual de vino en España había caído de casi 33 litros per capita de hace una veintena de años a los actuales 14 litros. "¡Pero yo me bebo 120, me dijo!". Me contó que lo que más le gustaba era llegar a casa, acostar a los niños y cenar con su mujer, y a veces con unos amigos, abrir una botella de uno de sus vinos y terminarla despacio en animada charla. "Es lo único que nos va a quedar", decía. Y es verdad.
En una ciudad nacieron dos hombres el mismo día y a la misma hora. Al final de su vida ambos murieron en el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar. Cuando murieron, sus espíritus se acercaron al Cielo y allí se encontraron con un Ángel que les preguntó:
- ¿Qué fue de tu vida?
El primer hombre respondió:
- Conocí muchos lugares, tuve amigos, hice negocios que produjeron grandes riquezas, mi familia tuvo lo mejor y trabajé duro.
El Ángel replicó:
- ¿Y qué has traído?
El hombre respondió:
- Todo ha quedado allí, no traigo nada.
El Ángel le dijo:
- Pues lo siento. No puedes pasar ya que nada traes contigo.
El hombre al escuchar esto se sentó a un lado a llorar sufriendo por el dolor de no poder entrar.
El segundo hombre llegó hasta el Ángel que repitió el procedimiento:
- ¿Qué fue de tu vida?
- Desde el día que nací fui un caminante, no tuve riquezas, sólo busqué el amor en los corazones de todos los hombres, familia y amigos pero en realidad nunca tuve nada.
- ¿Encontraste lo que buscabas?- le preguntó el Ángel.
- Si, el amor ha sido mi único alimento desde que lo encontré.
- Muy bien, puedes pasar...
Pero el hombre intervino:
- El amor que he encontrado en los demás es tan grande que lo quiero compartir con este hombre sentado al lado del portal sufriendo por su fortuna
Y el Ángel vio que el amor del segundo hombre era inmenso y suficiente para que ambos pasaran por el portal del Cielo.
Y es que en el fondo, eso será lo único que nos llevemos al otro lado: el amor recibido y el amor repartido. La mortaja, no tiene bolsillos.