
Es bien sabido que la leche es uno de los líquidos más importantes en el crecimiento de los más pequeños, de hecho, no es casualidad que sea el primer alimento que toma un recién nacido.
La leche, además de contener proteínas, grasas saludables, agua, calcio, fósforo y vitaminas A, B y D, ayuda a la formación del tejido óseo (imprescindible en las edades más tiernas) y contribuye a regular la presión arterial y mantener el nivel de la grasa no saturada, entre otras virtudes.
Suele suceder que, por una cosa o por otra, las madres no dispongan de suficiente información para determinar qué tipo de leche dar a sus hijos.
¿Entera, desnatada, semi-desnatada?
Recordemos que los componentes antes expuestos se hallan en su totalidad en la leche entera, que es la que en principio deberían tomar los niños que están sanos. Esto no significa que la leche desnatada o semi no sea buena, pero por norma general, es mejor que los niños beban leche entera.
El único hándicap de la leche desnatada es que, para lograr que aporte menos calorías y menos grasas, en su proceso de eliminación de lípidos, también se suelen retirar otros nutrientes necesarios, como son la vitamina A o la D. Últimamente se puede observar como varias marcas incluyen en sus fórmulas la riqueza de estos componentes, pero en ningún casos sustituyen plenamente sus funciones.
En algunos casos sí está aconsejada la leche desnatada, por ejemplo, si el niño padece alguna enfermedad como el colesterol, y aún así, muchos especialistas optan por suministrar leche semi-desnatada, para que de esta forma no se pierdan tantas vitaminas durante el proceso.
Recordemos que para un correcto crecimiento de nuestros hijos no basta sólo con suministrarle leche entera y cuidar su dieta; también deben practicar deporte a menudo, hecho que además de suponer un divertimento contribuye a unos huesos sanos y fuertes.