Los padres, a menudo, se preguntan qué tipo de padre ser, cómo actuar con sus hijos para que les respeten, dónde están los límites... Y es que resulta lógico que quieran educar de la forma más adecuada a sus hijos y que, ante todo, éstos les respeten y aprendan a hacerlo desde que son pequeños.
Lo cierto es que al plantearse esta cuestión, los padres no deben apostar por los extremos.
Es decir, ni un padre muy autoritario, exigente, que imponga una disciplina muy estricta es mejor, como tampoco lo es un modelo de padre que sea muy permisivo, que no ponga normas ni límites, que dé excesiva libertad a sus hijos. Lo cierto es que la clave será educar en un punto intermedio, encontrar el equilibrio.
A ser padre también se aprende
Y es en este punto donde muchos padres tienen dudas y no saben cómo comportarse, ya que, es cierto que, en ocasiones, alcanzar esa posición neutra resulta complicado. Aún así, lo importante es que exista una buena comunicación entre ellos y que, ambos dejen claras una serie de cuestiones sobre cómo actuar con los pequeños. Ese consenso será fundamental, ya que deberán actuar al unísono, no es conveniente que uno de ellos sea la figura autoritaria y el otro la permisiva.
De este modo, será fundamental que los padres sean tajantes y sepan decir que no, cuando así lo exija la situación, del mismo modo que deben saber ceder cuando también lo requiera el momento. Será cuestión de ir dando una de cal y una de arena, haciendo alusión a este refrán popular. El pequeño tendrá que tener claro que tiene que respetar a sus padres, que existen unas normas que debe cumplir, ya que, al igual que tiene ciertos derechos también tiene obligaciones y responsabilidades. Por ello, los padres no deberán tener miedo a decir NO cuando sea necesario o lo consideren oportuno y el pequeño deberá entender que sus padres son los que tienen la última palabra. De este modo, cuando el niño demuestre una falta de respeto a sus padres, ya sea, mediante palabras o con algún gesto, mirada... los padres deberán actuar y dejarle claro que eso no debe repetirse, que no aprueban esa actuación. Ante todo los progenitores deberán tener claro el respeto a sí mismos para poder enseñar a los niños a que les respeten.
Es mejor educar a los niños con premios que con castigos
Por otro lado, tampoco es conveniente que los niños teman a sus padres por las duras reprimendas, ya que esto provocará que no haya un clima de confianza. Sin duda, esto será perjudicial, ya que, a pesar de que no es cuestión de que los hijos sean amigos de sus padres, en el sentido de que se comporten con ellos como si fueran sus colegas o compañeros de clase, sí que es positivo que haya un buen entorno en casa, para que si tienen algún problema puedan contárselo a sus padres sin problema.
Así y tras lo dicho, hay dos cuestiones que son muy importantes para que los padres consigan el respeto de los niños. Por un lado, que, desde muy pequeños les hagan entender la posición que tienen respecto a sus padres, ya que, aunque puedan ser sus confidentes, ayudarles y protegerles... los niños deben entender que hay unos límites y, ante todo, no creer que tienen mucho poder y que pueden conseguir lo que quieren. Y es que esto puede provocar una enorme frustración cuando el niño deje de serlo y se encuentre en una sociedad donde hay responsabilidades, obligaciones y unas normas que cumplir. Es importante que sean conscientes de ello desde que son pequeños.
Y por otro lado, será fundamental que no se confunda a los niños. Es decir, si no se van a admitir ciertos comportamientos porque se consideran una falta de respeto, los padres no podrán reñir un día al niño si lo hace y al siguiente no decirle nada ante la misma actuación. Los padres tienen que tener las ideas claras y es que, a menudo, cuando están cansados, estresados... suelen ser más permisivos con los pequeños. De este modo, los niños se confunden, ya que la misma actuación un día ha sido castigada y al siguiente no se le ha dado importancia.
Sin duda, tanto el padre como la madre, al principio lo encontrarán una tarea complicada pero, si desde que son muy pequeños, les dejan claro que tienen que obedecerles y seguir unas pautas establecidas, los pequeños lo entenderán y, a la vez, no verán a sus padres como ogros, sino como las personas que les están ayudando en su crecimiento y desarrollo y a los que pueden recurrir cuando sea necesario.