Cuando viaje a la ciudad más increíble que tuve el placer de ver, no volví con las manos vacías. Como es de esperar, cuando viajamos, traemos recuerdos, comida y regalos a tus familiares y amigos. Somos así, necesitamos una prueba física de que estuvimos allí. A nuestra memoria voluble le encanta que le recuerden esas cosas.
En esta entrada no hablare de monumentos, lugares que visitar o cosas así. Hay miles de post que te dicen esas cosas. Yo quiero hablaros de mi experiencia con las compras allí, que bueno, creo que merece ser leída.
Ahora en pleno verano, tengo morriña de Inglaterra, ese país en el que disfrute tanto. Hace un año que estuve allí, y no puedo quitármelo de la cabeza.
Como todos sabéis, Londres es una ciudad enorme, fascinante y muy británica (-¡Gracias capitana Obvio!+De nada, querida) He pensado que seria una buena idea para una entrada. Esos objetos que traemos de recuerdo, que viajan con nosotros en forma de llavero, imán para la nevera o sudadera cutre, pero que al fin y al cabo son recuerdos preciosos.
Para explicaros mi aventura londinense, tendréis que poneros en mis calcetines: una adolescente de 15 años, sola, en la capital de Inglaterra, y con 80 libras esterlinas para sobrevivir dos días. Comprender que tuve que enfrentarme a una dura decisión: ¿Comer o comprar?
No os riáis, fue muy duro, y al final me decante por... comprar. Esos dos días pase hambre. No estuve de ayuno, obviamente, pero si que comía... lo justo.
Aunque eso si, en Londres, todo es caro. Paseas por el centro, te llenas los ojos de letreros lujosos, como GAP, Zara (que allí es demasiado caro) y mil tiendas mas. Y luego pasas, emocionadísima, tu, que solo has vivido en un pueblo de 700 habitantes. Pero, si haces eso, NO mires el precio, porque te va a doler.
Cuando pase, me probé una blusa que claramente era amor, de mi estilo, en un color magnifico... Y vi lo que costaba... Fue algo así como que te echen un cubo de agua fria. Lo peor fue la segunda parte.
Obviamente cualquier turista que va a Londres quiere visitar los celebres almacenes Harrods, visitarlos, y no comprar nada. Es el tipo de sitio que parece un hotel de 5 estrellas, y en el que puedes ver cómodamente un Xbox dorada de oro. Vamos, casi nada. Pero es que ves el "super" donde tenían la comida. JAJAJA ¡el chorizo manchego y español valía un riñón los 100 g! Lo peor fue cuando se me ocurrió ir al baño. Soy así, me hago pis en momentos en los que no debería.
Hablando en plata, mear allí fue una experiencia. Había gente muy amable que te abría la puerta, y cuando terminabas te acercaban una bandeja resplandeciente de plata con una pastilla de jabón y una toalla perfectamente dorada. La verdad, me sorprendió que las tazas no fuesen de oro macizo, fue lo único que les faltaba. Aquel mayordomo tan amable realmente me incomodo. Nadie quiere que le abran la puerta del baño realmente...
Total, después de mi aventura me volví al hotel. Claramente decepcionada. No había comprado nada en todo el día. Afortunadamente para mi, al día siguiente visitamos Candem Town. Mágicamente allí encontré una amplia gama de souvenirs para dar y regalar. Llaveros, camisetas, peluches, tazas e imanes. Las cosas cutres que nunca te comprarías en Benidorm pero que en otro país son tesoros, pues esas cosas.
Así que si, en mi maleta traje recuerdos y experiencias inolvidables. Pero también traje hambre, mucha.