Yo soy partidario de que las decisiones que afectan a mucha gente se tomen con la mayor participación posible, con amplios debates, con deliberaciones profundas en las que se disponga de información abundante, contrastada y sistemática.
Defiendo y he defendido siempre que se hagan consultas a la gente cuantas veces haga falta. Pero combato la idea de que una decisión tomada como resultado de una consulta realizada de cualquier forma, en cualquier momento o sobre cualquier tipo de asunto sea por sí misma más democrática que la decisión adoptada a través de un mecanismo representativo. A mi juicio, la democracia no se amplía ni se fortalece sino que más bien se prostituye si la consulta simplifica los términos del debate, si hace que desaparezcan los matices o, si ante los problemas complejos planteados, sólo ofrece alternativas bipolares y de brocha gorda. Y eso es lo que creo que ocurre con la que está proponiendo la dirección de Podemos a sus afiliados en relación con la formación del próximo gobierno de Pedro Sánchez.
Vaya también por delante que en el debate que se está planteando entre el PSOE y Unidas Podemos no me siento cómodo con ninguna de las dos posturas que se defienden. Por un lado, creo que el PSOE no está expresando las razones auténticas por las que no desea que haya dirigentes de Unidas Podemos en su gobierno. Intuyo que más bien busca evitar una compañía indeseada por los grandes poderes e impopular por el desgaste de Podemos, y también poder desembarazarse lo más cómodamente posible de sus promesas electorales en un momento dado, si tuviera que asumir compromisos "de Estado" o ante Europa. Pero, por otro lado, me parece que Podemos se está equivocando al no ser consciente de la aversión que ha provocado en la sociedad el sectarismo e incoherencia de algunos de sus dirigentes, de lo justificado que puede estar que el PSOE desconfíe de una organización política que ha mostrado tantas veces su inmadurez e irresponsabilidad, de lo mal que se percibe que haya antepuesto "los sillones" a los programas y, lo que para mí es más importante, del coste político tan grande que tendría ligar su futuro a un partido con quien no para de señalar a cada instante que tiene diferencias de todo tipo .
La última prueba de la tremenda inmadurez política y de la irresponsabilidad de los actuales dirigentes de Podemos es la consulta que han planteado a sus bases.
Cualquier persona que haya tenido una mínima experiencia manejando asuntos colectivos a lo largo de su vida (en el trabajo, en la comunidad de vecinos, en el barrio, en asociaciones... en cualquier sitio) sabe que a los acuerdos se llega siempre a través de negociaciones, de tiras y aflojas, de concesiones mutuas, de tensiones y rifirrafes que en algunos momentos parecen irresolubles pero que de pronto se superan. Se sabe que todo eso se lleva a cabo con lenguajes sutiles, con guiños, con matices, con miradas, con mediadores. Y es evidente que nada de eso cabe en el planteamiento bipolar que se hace en la consulta propuesta a los afiliados de Podemos.
Dado su planteamiento, lo único que se puede conseguir con ella es un escudo protector como el que Pablo Iglesias e Irene Montero lograron con la consulta que supuestamente "legitimó" la compra de su chalé. Porque la que propone ahora la dirección de Podemos ni siquiera puede servir para avalar las posiciones alternativas extremas que ofrece pues, a poco que se hable, resultará con toda seguridad inevitable que aparezcan otras más matizadas que es imposible que encajen en un planteamiento de blanco y negro tan maniqueo y simplista.
Reducir las alternativas existentes a las que plantea la consulta es, como bien ha dicho Teresa Rodríguez, un insulto a la inteligencia, porque hay más opciones y mejor planteadas. Hay que abordar los problemas que plantea poner en marcha un gobierno como lo que son, problemas complejos, con matices, susceptibles de abordarse desde perspectivas diferentes y problemas, en fin, que no son estáticos como da a entender la consulta de Podemos, sino que van cambiando a lo largo de la negociación.
Podemos ha aportado muchas cosas positivas a la política en España pero sus dirigentes cometen una gran irresponsabilidad en esta ocasión. No pueden escurrir el bulto ni parapetarse en las bases para sacar adelante el apriorismo que defienden.