Cuando empezó esta pandemia, allá por enero de 2020, hubieron muchos cambios en nuestras vidas. Me acuerdo uno de los últimos días que salí a trabajar. Había muy poquita gente en las calles y las sensaciones eran raras. Después vino un confinamiento, ERTE incluido. Más adelante, durante un par de meses trabajé a media jornada, y aunque desde agosto de 2020 estoy trabajando con horario normal, lo cierto es que la carga de trabajo es menor.
Hay muchas otras cosas que han cambiado. Los médicos te atienden por teléfono, los organismos oficiales facilitan más o menos las cosas para que colabores con la burocracia por internet, y las reuniones presenciales se han sustituido por sesiones de Zoom.
En general, uno de los efectos colaterales ha sido disponer de más tiempo. Claro, cada persona tendrá circunstancias distintas. En mi caso, calculé que cada semana dispongo de unas 10 horas que antes ocupaba en otras tareas.
¿Has calculado cómo ha cambiado tu horario semanal? Quizá te lleves una sorpresa.
Ahora, la pregunta interesante es: ¿en qué estás empleando tu tiempo muerto?
Según las estadísticas, el uso de dispositivos electrónicos se ha disparado, y el consumo de ocio por internet ha ido llenando los huecos. Conozco a poca gente que haya aprendido un nuevo idioma, haya levantado un negocio paralelo o haya aprovechado todo este tiempo extra para acciones realmente útiles.
Parece que poco a poco estamos volviendo a la normalidad. Como muchos auguraban, no es una nueva normalidad, sino una muy parecida a la de antes.
Esta misma semana pude ver uno de esos indicios que te hacen plantearte si hemos aprendido algo o no. Una de mis hijas traía un sobre con la pre-inscripción para el próximo curso. Papeles, firmas, fotocopias… ¡lamentable! Habíamos dado un paso hacia adelante, aunque torpe y forzado, y en vez de mejorar los procesos digitales, volvemos a retroceder.
Por desgracia, y ojalá me equivoque, volveremos a la burocracia sin sentido, a los atascos en carretera, a las reuniones presenciales, a los estadios llenos y a las actividades en grupo.
Algunas de estas cosas pueden estar bien, sobre todo poder relacionarnos sin miedo ni restricciones con nuestros amigos y familia. El punto es que, sea más o menos agradable, todo esto envuelve tiempo. Una cantidad de horas que no tenemos, porque ya hemos llenado nuestro calendario con otras cosas. Habrá que vaciar para llenar.
Esta normalidad exigirá de nosotros que sacrifiquemos actividades. ¿Cuáles escogeremos? ¿Seremos capaces de robarle horas a Netflix, a la familia o al descanso? ¿Estaremos preparados emocionalmente para sustituir tareas pasivas por tareas que impliquen más esfuerzo y coste por nuestra parte?
Obviamente, y visto lo visto, nos acostumbraremos. El ser humano tiene una capacidad de adaptación impresionante. Pero, en muchos casos, todo ese tiempo extra habrá sido tiempo perdido, tirado a la basura. Por eso, antes de que todo esto acabe, no estaría mal preguntarnos qué estamos haciendo con todo este tiempo regalado que pronto veremos esfumarse.
Además, de cara al futuro, lo ideal es que estemos realizado inversiones de tiempo de calidad, y que nos resistamos al máximo a desprendernos de ese uso del tiempo de calidad para sustituirlo por lo mismo de siempre. ¿Podría tu empresa flexibilizar el horario o facilitar el teletrabajo? ¡Genial! ¿Podrían mantenerse las reuniones por videoconferencia, al menos en algunos casos? ¿Podrían simplificarse las administraciones públicas? ¡Sería fantástico!
Sobre todo: ¿Qué podemos hacer tú y yo para usar nuestro tiempo mejor que antes? Presiento que la organización personal será más importante que nunca antes.
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Publicado por: EfectiVida - Efectividad, organización, productividad y desarrollo personal