Nuestro hotel estaba en las afueras, cerca del barrio de las Insituciones Europeas (que visitamos en coche), por lo que una vez que dejamos las maletas y descansamos un poco cogimos el coche y nos fuimos al centro. El parking escogido fuer el Austerlitz, muy cerca de la catedral y uno de los más baratos. Se encuentra situado en la esquina de la Rue des Bouchers y la Rue des Boeufs. Cruzamos el río Ill y tras andar unos pasos ya nos encontramos con la impresionante catedral a mano derecha. Víctor Hugo dijo de ella que era "prodigio de lo gigantesco y lo delicado". La entrada es gratuita y aunque se puede subir a su torre (previo pago), nosotros no pudimos hacerlo porque estaba en obras. Dicen que las vistas valen mucho la pena.
En las inmediaciones de la catedral se encuentra también el Palacio Rohan. Nosotros seguimos callejeando por el centro y nos dirigimos a la Ópera y al Hotel de Ville, siguiendo luego por la Place du Temple Neuf y la Place Kléber, hasta llegar al barrio más conocido de Estrasburgo, la Petit France, donde disfrutamos de las vistas que había desde la Place du Quartier Blanc con los Ponts Couverts en primer término.Los Puentes Cubiertos (Ponts Couverts) fueron construidos entre 1200 y 1250 como "muralla-puente". En el medievo los puentes eran de madera y sus cubiertas de tejas. La madera fue reemplazada por piedra en el s. XIX. Al pie de las torres había unos espolones en el s. XVI que contenían piezas de artillería al nivel del agua.
Al día siguiente, antes de irnos de Estrasburgo volvimos a dar una vuelta por los lugares que más nos habían gustado y por algunos nuevos, como la Place de la Republique, muy cerca de la Ópera.
Dimos un breve paseo por la zona, viendo el Palais du Rhin y dirigiéndonos por la Avenue de la Liberté hasta la Eglise Saint Paul.
Tras dejar el coche, de nuevo, en el parking de la tarde anterior, nos encaminamos hacia la Petit France para, entre otras cosas, subir a la Terraza Panorámica de la Presa Vauban.
La presa Vauban fue construida después de la unión de Estasburgo a Francia en el 1681 con el fin de reforzar las fortificaciones medievales. Bajo los trece arcos del puente se podían cerrar las compuertas y se inundaba el frente sur de la ciudad, evitando cualquier asalto de esta forma. La terraza panorámica fue abierta al público en los años 60 del siglo pasado.
La Petit France fue ocupada en otros tiempos por pescadores, molineros y curtidores. Las casas con las vigas vistas de madera son de los s. XVI y XVII. En las galerías de estas viviendas eran donde los curtidores secaban las pieles después de haberlas lavado en las aguas del canal.
Tras dejarnos perder por la Petit France llegamos a la Place de la Cathédrale y entramos para ver el famoso reloj astronómico.
En el interior de la catedral destacan las vidrieras de los s. XIII y XIV y el reloj astronómico, cuyos doce apóstoles desfilan delante del Cristo todos los días a las 12.30 h de la mañana. Nosotros no nos quedamos para verlo, ya que hay que comprar la entrada con bastante antelación porque la catedral cierra una hora antes al público. Las entradas se adquieren en la puerta del pórtico Sur, en la plaza del palacio Rohan.
Si os fijáis en la foto de abajo, al fondo veréis la Maison Kammerzell. En su bajo se encuentra la oficina de turismo y dicen de ella que es la casa más bella de Estrasburgo. Muy cerca se encuentra la Place du Gutenberg, sede de la Camára de Comercio y de Industria y que fue el ayuntamiento hace siglos. En el medio de la plaza podemos ver la estatua de Gutenberg, que vivió desterrado en Estrasburgo entre 1434 y 1444 y trabajó en la ciudad en su invención de la imprenta.
En este mapa podéis ver todos los parkings de la ciudad, clasificados según su precio
Estrasburgo es una ciudad preciosa y en Navidades es una auténtica locura. El Mercado de Navidad de Estrasburgo tiene más de 445 años de historia y fue elegido varias veces como el Mejor Mercado de Navidad de Europa.Si visitáis Estrasburgo el primer miércoles del mes, a las doce de la mañana escucharéis una sirena que os helará el alma y que sonará, de nuevo, diez minutos más tarde. Es la sirena con la que se avisaba a la población de un ataque inminente durante la II Guerra Mundial y que hoy en día sigue sonando. Es un sonido aterrador y muy emotivo. yo no pude evitar que unas lágrimas surcaran mis ojos. Había leido sobre el tema y sabíamos que coincidiría con nuestra estancia en la ciudad, pero en ese momento ni me acordaba, me cogió por sorpresa, y si ya el pitido es ensordecedor y emotivo, el saber la razón por el que sonaba hace que una tristeza te inunde. A mi me dejó el cuerpo fatal, la verdad.