Revista Viajes
Empezaba otro día en Bélgica. Y nuestro destino era Gante y, si daba tiempo, Amberes. Nos dirigimos, de nuevo,a la Estación Central para coger el tren que nos llevaría a la estación de Sint Pieters, a unos 3 km del centro.
Después de esa pedazo caminata (léase el tono irónico), ya estábamos cansados y decidimos que qué mejor manera de conocer una ciudad que tomándose un café con estas vistas en la preciosa Korenmarkt.
Desde la Korenmarkt nos fuimos dando un paseo hasta el castillo de los Condes de Flandes (Het Gravensteen). Se puede visitar, aunque nosotros nos conformamos con verlo desde fuera.
Justo enfrente del castillo nos encontramos con otra encantadora plaza,Veerleplein, que entre los s. XV y XVIII estaba presidida por una pira funeraria en la que se quemaba a los herejes. Aquí también tenían lugar los juicios y ajusticiamientos públicos.
Desde el puente Sint-Michiels se pueden ver las tres torres que dominan la ciudad: la de la iglesia de San Nicolás, la del Belfort y la de la catedral de San Savón.Caminado por Korenlei y Graslei encontraremos las panorámicas más llamativas y bonitas de Gante.
Otra opción para disfrutar de la ciudad si ya estamos muy cansados para caminar es el paseo en barco.
En la Emile Braun Plein nos encontraremos con esta horrible edificación que rompe totalmente el precioso paisaje de la plaza, es el Pabellón Municipal o Stadshal. Aquí tienen lugar conciertos, representaciones de danza y diversas ferias.
La subida al Belfort vale 6 euros y dispone de ascensor. Este campanario municipal es Patrimonio de la Humanidad desde 1999. Desde su cima, el dragón velaba por los habitantes de Gante y por sus derechos municipales, otorgados en 1180. Junto al dragón y hasta 1869 se encontraban 4 vigías que hoy en día podemos ver en la planta baja.
Desde arriba podemos ver la Catedral de San Savón (Sint Baafs Kathedraal).
A la hora de comer volvimos a la plaza en dónde habíamos tomado el café por la mañana para comer en Ellis Gourmet Burger. Dos hamburguesas, dos refrescos y unas patatas nos costaron 27,30 euros. Eso sí, la comida estaba muy rica y las vistas eran de lo más espectaculares.
Después de comer, a eso de las 16 h, decidimos que nos daba tiempo a coger el tren dirección Amberes y dar una vuelta por el centro.
Aquí tuvimos el único "problema" de todo el viaje y es que no llegamos al tren de las 16.15 h por unos segundos y el de las 16.45 h sufrió una avería. Total, que después de esperar un buen rato en la estación, llegó otro tren en el que íbamos a presión, ya que después del retraso, el andén estaba a rebosar. Íbamos de pie, como sardinas enlatadas y nos la creímos muy felices cuando después de unos minutos, la gente se bajó en una estación y el vagón quedó totalmente vacío.
Estábamos un poco con la mosca detrás de la oreja y a punto de bajarnos cuando un amable chico se acercó al vagón y nos dijo que nos bajáramos, que la vía estaba atrancada por el tren averiado y que iba a venir un bus que nos llevaría a otra estación. Otro buen rato de espera y el bus que no llegaba. Cuando por fin aparece, la gente se va corriendo hacia sus puertas y nosotros pensando que nos quedaríamos en tierra, pero entramos!! Y sí, nos tocó otra vez ir de pie, agarrados como buenamente podíamos e intentando aguantar el equilibrio pese a los intentos del conductor para que eso no sucediese. El bus nos llevó de Lokeren a Sint Niklaas en dónde cogimos el tren hacia Amberes que nos dejaría en la ciudad 25 minutos más tarde.
Cuando llegamos a Amberes ya había empezado a anochecer, pero el cabreo se nos pasó pronto cuando vislumbramos la maravillosa estación de tren,
La estación está a unos 20 minutos del centro y por si no nos hubiese bastado con llegar tarde y de noche, la lluvia empezó a hacer de las suyas, por lo que fue una visita relámpago.
La catedral de Nuestra Señora (Onze Lieve Vrouwkathedraal) es lo má representativo de la ciudad y tiene un tamaño desproporcionado para la pequeña plaza que la aloja. Se pueden subir los 615 peldaños de su torre-campanario, aunque nosotros por razones obvias no pudimos.La Grote Markt es muy bonita y se encuentra presidida por una curiosa fuente. Cuenta la leyenda que el gigante Antígono cobraba a los marineros que intentaban cruzar en barco el río y si alguno se negaba a pagar el diezmo requerido, se le amputaban las manos. Silvio Braco consiguió arrancar la mano a Antígono y la arrojó al río, lo que hizo que la ciudad recibiese el nombre de Amberes, la "mano arrojada". Esta fuente representa este episodio, Silvio Bravo portando en una de sus manos la de Antígono con clara actitud de arrojarla al río.
Y con esta visita, dábamos por terminadas la excursiones, aunque en Bruselas nos estaban esperando unos amigos para tomarnos unas buenas cerveza belgas.