Después de pasar parte del día en Heidelberg, nuestro siguiente destino era adentrarnos en la Selva Negra. Como no disponíamos del tiempo suficiente, decidimos dedicarle unos tres días, en los que vimos Baden Baden, Gengenbach, Triberg, Friburgo y Lindau.
BADEN BADEN
Este fue el lugar que menos nos gustó de nuestra estancia en Alemania. Es conocida por sus supuestas aguas curativas que han atraído a personajes como Obama, Bismarck...
A nosotros nos recordó un poco a Mónaco, por ese aire ricachón que destilan sus edificios y las gentes que allí te encuentras, La oficina de Turismo se encuentra en el Trinkhalle, una sala de bombeo de estilo neoclásico de 1839. Sus soportales parecen una galería de arte al aire libre.
Después de ver algunos de sus edificios más relevantes, decidimos acercarnos a la Gönneranlage, una rosaleda con más de 400 variedades de rosas. Desde el centro hasta la rosaleda es un agradable paseo por el Lichtentaler Allee, una franja verde de más de 2 km de longitud, junto al curso del río Oosbach.
La siguiente parada del día nos gustó mucho más y es que GENGENBACH, aunque pequeñito, bien vale una visita.
Aquí rodó Tim Burton los exteriores para su película Charlie y la fábrica de chocolate en 2005. Su Altstadt (centro histórico) nos encantó, con sus casas con entramados de madera y los viñedos y huertos que lo rodean.
Destaca su Rathaus (ayuntamiento) en la Markplatz, del s. XVIII y que presume de ser el calendario de adviento más grande del mundo a través de las 24 ventanas de su fachadas principal.
La siguiente parada era TRIBERG, aunque el pueblo no es demasiado llamativo en sí, sí que lo son sus cataratas, las más alta de Alemania y sus relojes de cuco, poseyendo el más grande, el más antiguo y el más pequeño del mundo.
En este pueblo nació en 1915 la famosa tarta Selva Negra. En el café Schäfer, en la calle principal, todavía la siguen sirviendo según la receta original.
Algo que nos quedó pendiente fue subir en el tren de la Selva Negra que rodea Triberg a lo largo de 20 km de largo, con 37 túneles y con un desnivel de 500 metros. Este tren sale cada 2 horas.
La entrada a las cascadas se hace desde la calle principal y caminando unos 5 minutos te toparás con ellas. A lo largo de 160 metros el río Gutach produce espuma y desemboca en el valle a través de 7 cascadas. Se puede subir hasta su nacimiento a través de una senda en la que más vale que lleves un chubasquero. La entrada cuesta 4 euros y las cascadas se iluminan todos los días al atardecer.
Seguimos nuestro recorrido por la Selva Negra visitando FRIBURGO. Esta ciudad universitaria tiene el título de las más soleada de Alemania por disfrutar de más de 2000 horas de sol al año.Aparcamos en el subterráneo de la Universidad y tras caminar unos metros ya nos encontramos con una de las torres de la ciudad y con el McDonald´s en un enclave único. Ya os imaginaréis en dónde acabamos comiendo ese día.
Destaca su Münster (catedral) del s. XI, alzándose en el medio de una plaza llena de casas con entramados de maderaA lo largo de todas las calles de la ciudad, podemos encontrarnos una especie de canales. Son los Bächle, que en el pasado servían para dar de beber al ganado y apagar fuegos. Hoy en día dicen que sirven para refrescarse los pies en verano (cuando nosotros estuvimos en octubre estaban secos) y sobre ellos existe una leyenda que dice que que la persona que ponga un pie en un Bächle por accidente acabará casándose con un Freiburger o una Freiburgerin.
Aparte de las dos puertas de la ciudad, la catedral y, en general, todo el Altstadt, podemos ver la Rathausplatz con el Neues Rathaus (Nuevo Ayuntamiento) y el Altes Rathaus (Viejo Ayuntamiento), la iglesia medieval Martinskirche y el Schlossberg, en donde se obtienen unas buenas panorámicas de la ciudad. Se puede subir a través de un funicular o dando un paseo.
Nuestra última parada antes de llegar a Baviera sería LINDAU, durante el camino pudimos disfrutar de los maravillosos paisajes de la Selva Negra.
Lindau está en el lago Constanza, que forma parte de tres países: Alemania, Austria y Suiza. Llama la atención su Altes Rathaus del s. XV decorado con impresionantes frescos.
Pero, sin duda, la estampa más conocida de este pequeño pueblo es la entrada del puerto, con el Neuer Leuchtturm (el nuevo faro) de 33 m de alto junto al león de Baviera. En un extremo del puerto todavía nos podemos encontrar con el Mangturm (viejo faro)
No os perdáis el paseo del puerto porque está lleno de bares atestados de gente aprovechando los rayos de sol. Como os decía antes, nosotros fuimos en octubre y aunque ya hacía algo de frío, las terrazas estaban llenas.De Lindau nos fuimos a Füssen, en dónde al día siguiente haría realidad otro sueño viajero, el castillo de Neuschwanstein. Nos alojamos en una especie de casita rural en dónde disfrutamos de algunos platos bávaros y unas buenas cervezas.