Revista Viajes

Qué ver y hacer en el Parque Nacional Morrocoy

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

Ya lo he dicho antes: ir a Morrocoy es regresar a mi niñez. Ese camino lleno de palmeras que antecede al Parque Nacional me trae buenos recuerdos de viajes de carretera. Así que volver, es también volver sobre mis pasos. Igual peleo en voz alta. Cuando me voy acercando, digo que ojalá esta vez no hayan tantas lanchas con música a todo volumen, o que no esté tan sucio. Llego con ese lío interno de belleza y queja, pero siempre se impone la generosidad del parque. Fue allí donde perdí mi miedo a los corales y donde sigo encontrando maravillas debajo de sus aguas. Así que volver, después de dos o tres años, estaba bien. Sobre todo porque siempre hay algo distinto para ver y hacer en Morrocoy.

Si algo me gusta, es la posibilidad de estar mucho rato en el mar. Ir de un lado a otro en alguna embarcación, detenernos, ver cómo va cambiando el día, lanzarme al agua, volver a subir, ver los colores del paisaje que va a apareciendo, dormir si me dejan. Navegar, como quien no tiene prisa por nada más. Navegar dentro del parque que se vuelve turquesa, manglar, verde, naranja. Alejarse del ruido, ser parte del ruido. Seguir. Por eso voy a detallar algunas cosas más para ver y hacer en Morrocoy.

Caminar por un bajo

En el Parque Nacional Morrocoy se forman, a veces, algunos bajos. Es decir, queda al descubierto una pequeña porción de arena y es posible que desaparezca, pero también que se quede allí y vaya cambiando según suba y baje la marea. Los colores son distintos dependiendo de la hora del día y mucha gente suele anclar las embarcaciones alrededor y pasar el rato. Esta vez conocí uno al que llamaron 360, por la vista azul por todos lados y que apareció hace poco más de un año. Está muy cerca de Cayo Sur y la primera vez que llegué allí eran cerca de las diez de la mañana y estaba absolutamente vacío, así que se podía contemplar y disfrutar de la naturaleza a todo dar. Caminé de un lado a otro, nadé, hice fotos. Sentí cómo cambiaba la corriente de fría a caliente. Vi peces sin esfuerzo. Ese mismo día, ya casi con el atardecer, pasé por allí nuevamente y habían varias lanchas ancladas. Luego, volví después de dos semanas y el ambiente estaba completamente distinto: habían sillas de colores y sombrillas blancas apostadas en la arena. Y es que allí se instala la gente de Dolce Far Niente Morrocoy, quienes ofrecen un servicio de comida gourmet, que no está nada mal. Son amables, dejan todo muy limpio y se esmeran en la atención. Quienes reserven su servicio de comida, pasan el día en el bajo 360 con todas sus atenciones. Eso sí, el traslado hasta allá es por cuenta de cada quien, aunque ellos pueden dar una mano para organizarlo. No probé la comida, lo que cuento es porque lo vi y pregunté, pero todo se veía muy bien. Pueden buscarlos en Instagram como @dolce_morrocoy y ver lo que hacen.

Delirar en la bahía de Tucupido

¿Han pasado por aquí? Los manglares comienzan a aparecer y aunque allá, al fondo, se ve el mar abierto, uno va navegando por un azul insólito, sereno, sin olas. Hay algunas algas, se ven los corales y todo es tranquilidad. Basta con apagar el motor de la lancha y cerrar los ojos, dejarse llevar por ese vaivén silencioso, zambullirse, nadar. Apreciar la naturaleza, sentirnos pequeños entre tanto mar. Nunca había pasado por la bahía de Tucupido, ni me había detenido a nadar un rato. Es uno de los puntos del Parque Nacional Morrocoy por donde, con toda seguridad, los va a pasear Henri Ancet. Pero de él hablaré más adelante. El primer día que pasé por aquí el día estaba especialmente azul. Luego, volví a las dos semanas y también estaba hermoso, pero completamente distinto. Adoro esos matices de Morrocoy.

Detenerse en Cayo Sur (o en el que quieran)

Es difícil decidirse por un solo cayo en el Parque Nacional Morrocoy. A mí me gusta mucho Cayo Sur, porque es tranquilo, pequeño, con un tono distinto de azul y porque tiene una barrera de coral que se conserva con bien. Estar allí un día de semana es lo mejor. Muy poca gente, mucha tranquilidad, así que está bien detenerse en su belleza. Dependiendo de la época del año y la brisa, las playas se comportan de una u otra manera. Si me preguntan cuáles prefiero, entonces tendría que decir Boca Seca, cuando no hay tanto viento. Es un cayo muy lindo para hacer snorkel. Luego, Cayo Peraza, aunque tiene muchas piedras, pero tiene algo que me atrapa. Debe ser que no hay más nada que la naturaleza. Cayo Alemán siempre será uno de mis favoritos, porque tiene dos orillas, una muy azul y una muy verde. Es muy, muy quieto. Y claro, Cayo Sombrero es tan exótico, tan lleno de palmeras que siempre valdrá la pena verlo. Otra de las playas más hermosas que tiene Morrocoy es la Mayorquina, pero el acceso está prohibido por el desove de tortugas. Otras opciones son Cayo Sal, Cayo Muerto, Varadero, Plaicás (aquí se suele acampar mucho) y Playuela. Hay espacios como Los Juanes, de un azul intenso, donde anclan las embarcaciones y pasan el rato allí. Todo es cuestión de gustos.

hospedaje en el parque nacional morrocoy

Hay muchas opciones de hospedaje en Morrocoy; desde posadas, hoteles, cabañas y apartamentos que se pueden alquilar en Tucacas, Chichiriviche o dentro del área del parque. Lo más recomendable es ir en carro propio para cubrir las distancias desde el sitio de hospedaje hasta los embarcaderos. Lamentablemente, no hay opciones de transporte público para llegar hasta estos lados, a menos que se pague un taxi y es difícil precisar los precios porque cambian constantemente. Hace algunos años, me hospedé en la Posada Mediterránea y ahora estuve en Posada La Esmeralda y es de la que quiero contar un poco más.

Esta posada VIP tiene 19 habitaciones, desde dobles hasta quíntuples, que son amplias y cómodas. Tienen estacionamiento privado, un comedor grande, una piscina linda con borde infinito y con vista hacia el verde, como una suerte de bosque. El precio por noche, por persona, incluye las tres comidas (el almuerzo es más tipo snack frío) y los paseos a las playas que pueden ser: Boca Seca, Playuela, Cayo Sombrero o Cayo Sur, dependiendo de cómo esté la brisa. Tienen algo lindísimo: un muelle privado que data de los años 60s y por donde antes se transportaba mercancía. El camino tiene su encanto y al final solo está el mar, algunas sillas con sombrillas para esperar la embarcación o para quedarse allí todo el rato que quieran. Ahora están construyendo allí mismo un TikiBar para ofrecer bebidas en esa parte del muelle que, de verdad, está de lujo. Debo decir que en la posada son muy amables, están pendientes de que uno se sienta cómodo y bien atendido. Gracias a ellos, pudimos hacer un recorrido extenso por el parque, uno de esos días en que estaba insólitamente azul. Pueden seguirlos en Instagram, como @posadalaesmeraldamorrocoy y además, estar atentos a sus promociones.

Otra opción totalmente distinta, está cruzando la calle, diagonal a La Esmeralda. Son las cabañas de Ana; súper sencillas, pero que cumplen su función por un costo accesible. Tiene dobles, triples y quíntuples. Las más grandes tienen cocina y nevera y todas tienen aire acondicionado, agua fresca y sábanas. Hay que llevar todo lo demás: toallas, papel sanitario y cualquier otra cosa que vayan a necesitar. Hay espacio para estacionar y tiene una piscina pequeña que está genial. Los espacios son bastante informales, siguen construyendo, es básico, pero cumple su propósito. Ana vive allí mismo, así que soluciona cualquier cosa rapidito. Me relajé tanto que olvidé tomar fotos de lugar. Sepan disculparme. Pueden llamar a Ana al 0414.4843759 para pedir información y reservar.

Paseos privados por el Parque Nacional Morrocoy

Hay distintos embarcaderos desde los que se puede salir a recorrer los cayos. Los precios se pagan por peñero y la capacidad máxima es de 8 personas. Pueden elegir ir a un cayo en particular o hacer un paseo por el parque. Pero también existe la opción de contratar un servicio privado para recorrer el Parque Nacional Morrocoy y es ahí cuando les recomiendo con los ojos cerrados a Henri Ancet. Él se adapta a lo que los viajeros necesiten: ¿quieren hacer recorridos largos para practicar snorkel? Él los lleva. ¿Quieren ir hacia las partes menos conocidas? Él los lleva. ¿Quieren anclarse por ahí y leer, nadar y no escuchar ruidos? ¿Ir a un cayo y volver al atardecer? Lo que sea, lo conversan previamente con Henri y él arma un plan para que el día de playa se disfrute al máximo. Al igual que los peñeros, la capacidad máxima para su embarcación es de 8 personas, porque además Henri se esmera en dar un servicio personalizado. La comida ni refrigerios están incluidos en el paseo, pero lo pueden gestionar previamente con Henri. Está pendiente que no falte nada, echa cuentos, habla tres idiomas (español, inglés y francés) y tiene mucho amor por Morrocoy. Así que vale la pena dejarse llevar. Lo pueden llamar al 0416.1128315 o seguirlo en su cuenta de Instagram. Díganle que los lleve a la Isla de las Aves y van a alucinar con la naturaleza del parque.

  • No hay transporte público hacia el Parque Nacional Morrocoy. Algunos años atrás era posible llegar de esta manera, pero ya no. Si no tienen carro propio, pueden gestionar algún taxi que los lleve a la zona y quedarse cerca de algún embarcadero al que puedan ir caminando para hacer los paseos por los cayos. Hay operadores turísticos que ofrecen el servicio de transporte desde donde sea que estén.
  • Se puede acampar en algunos cayos. Deben preguntar en los embarcaderos cuáles son, según la época y gestionar lo que necesiten desde allí. Yo no lo he hecho, pero me cuentan que es algo que se puede hacer con tranquilidad.
  • Para el pago de peñeros hay punto de venta y también aceptan transferencias, si hay luz.
  • Las posadas VIP tienen sus precios fijados en dólares porque es la manera de cubrir los costos. Se puede pagar en moneda extranjera o al cambio del día.
  • Si quieren viajar sin preocupaciones, pueden dejar todo en manos de Vulcanos Tours que arma la travesía completa. Incluso si quieren planear un full day.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista