Revista Creaciones

Qué ver y hacer en Pontevedra

Por Masqueudos

Hay lugares que suelen pasar desapercibidos y tienen mucha magia dentro, es algo que suele suceder en Galicia y a mí me ha pasado en Pontevedra. Fue destino de última hora, buscando playa y tranquilidad, y no podíamos haber acertado más.
1. Llegamos al Hotel Combarro y nos encontramos a un guía en la recepción. Fran es un todoterreno que sabe de playas, de empanadas y del tiempo atmosférico, nos aconsejó enseguida un lugar donde comer y disfrutar del primer día en cualquier playa pasando Combarro porque había miles. Y así lo hicimos: después de una buenísima pieza de croca gallega en el Milongas nos acercamos hasta la playa de Laño y nos quedamos contentos con nuestro primer acercamiento. Cenamos en el bonito pueblo de Combarro y tuvimos la suerte de conseguir mesa en el restaurante O Bocoi, ¡una delicia de mariscos!

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2. Nos levantamos pronto para viajar hasta la Isla de Arosa. Fue la mejor elección, sin duda. La primera parada fue en la Playa de Area de Secada y parecía un lugar de postal. Agua tranquila y no excesivamente fría, zona para paddle surf, árboles para hacer un picnic…

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Después buscando un lugar para conocer descubrimos que en el puerto tenían Feria de Marisco ¡qué suerte! Comimos navajas, pulpo, pimientos, croquetas de marisco, sardinas y todo delicioso. Después buscamos otra playa para pasar la tarde y llegamos al Parque Natural de Carreirón. Allí todas son una maravilla, y en el atardecer decidimo dar un paseo por todo el entorno para descubrir todas las sorpresas que escondía. Zonas nudistas, otras salpicadas de piedra, ensenadas… Todo bellísimo.

3. Madrugamos también y decidimos acercarnos hasta la playa de La Lanzada a refrescarnos con sus olas y dar paseos curativos por la orilla. A la hora de comer apostamos por un arroz de marisco en El Rincón y después de dar una vuelta por la Isla de la Toja intentamos bañarnos en las playas de San Vicente de Mar ¡estaban heladas! Así que volvimos a la playa de Foxos, al lado de la Lanzada, y terminamos disfrutando de un concierto de Adrian Sevilla en el chiringuito.

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4. Apostamos el cuarto día por los alrededores de Sanxenxo porque, aunque ya habíamos estado en la zona siempre hay lugares nuevos que visitar. Paramos en la playa de Areas, disfrutamos de una mañana excelente hasta que el sol empezó a pegar muy fuerte y nos fuimos a comer al Mesón Portonovo, en el mismo Portonovo. Y sin una triste sombrilla que nos resguardaré terminamos volviendo al hotel porque era imposible aguantar tanto sol. Al final, después de un ratito de descanso, por la tarde pusimos rumbo a Pontevedra y descubrimos una ciudad con encanto, para pesar unas horas. ¿Lo mejor? La ración de Zamburiñas en el bar O Cañón de Pau. Precios populares, buen servicio y calidad exquisita.

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5. Elegimos Bueu como destino y con un buen día de sol pasamos la mañana en la playa de Portomaior. Después paramos a comer un menú del día en el restaurante Entrebrasas y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. Nos encantó el Museo Massó: entramos a echar un vistazo y acabamos hora y media despues, descubriendo todas los secretos de aquella conservera que había llegado a ocupar casi todo el pueblo y qué había fundado no una empresa sino una forma de entender el mar y vincularlo además con el arte. Terminamos cansados y después de otro ratito de playa cenamos en el restaurante Pinela, Justo enfrente de nuestro hotel, donde jugábamos al juego de los pimientos de padrón (ya sabéis, unos pican y otros no).

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6. El sexto día fuimos a Cangas buscando una Olaya que en fotos parecía una auténtica maravilla y en directo también lo era: la playa de Barra. El Caribe de Pontevedra. Es una playa nudista con agua helada pero ambiente tranquilo, ideal para disfrutar una mañana. Comimos en el restaurante O Bruño su delicioso menú arrocero y nos quedamos con ganas de probar las tapas del restaurante Eladio (para la próxima). Nos quedamos en la playita más cercana y así terminamos el día.

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7. Para nuestro último día en Pontevedra primero un paseo senderista por los alrededores del hotel, descubriendo los molinos de Freixas y la ruta que lleva por el parque de la Memoria hasta la Playa de Campello. Allí los marineros volvían con todo lo conseguido ese día, y en la orilla de podía observar la riqueza de la ría ¡impresionante! Después nos fuimos a Cambados y el día terminó en la playa de Lourido, con el recuerdo de una comida deliciosa que disfrutamos en el restaurante Isla de Tambo hace ya algunos años ¡recomendable!

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Y hoy ya tocaba volver, con los buenos recuerdos de Galicia impregnados en la piel y con el deseo de Fran antes de despedirse “sed felices, amigos”.


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