Zapatero, con sus abusos y errores, sigue siendo el mejor activo de la derecha española, a la que aporta los votos suficientes para elevarla hasta el poder, sin que la derecha haya realizado ningún esfuerzo por ilusionar o convencer a los votantes. La última sorprendente decisión de Zapatero, la de integrar a España como pieza clave del "escudo antimisiles" norteamericano, ha enrabietado a los pacifistas, empujándolos hacia la abstención, el voto en blanco o el poyo cabreado a la derecha de Rajoy.
Si Rajoy tuviera que pagar a Zapatero los favores que le ha hecho a la derecha, el PP tendría que endeudarse para las tres próximas generaciones. Gracias a Zapatero, el grito ¡Que viene la izquierda! está generando en España tanto o más miedo que el tradicional ¡Que viene la derecha!. Cuando sea enterrado el "Zapaterismo", sentirá miedo profundo a que regrese la izquierda la inmensa mayoría de la población española, dannificada por los abusos, arbitrariedades e insensateces de Zapatero y de su gobierno.
Entre los damnificados del Zapaterismo están los católicos, marginados y acosados, los que han perdido el empleo, los nuevos pobres, los que han tenido que cerrar sus empresas, los demócratas, que han visto como la democracia era ultrajada por el gobierno, y la gente de bien, que ha contemplado, aterrorizada, como la corrupción invadía las arterias de España y como los valores y principios se destruían bajo un mandato basado en la mentira, el engaño, el despilfarro, la corrupción y la deleznable obsesión por resucitar el odio y el enfrentamiento entre españoles.
Al lado del Zapaterismo sólo pueden permanecer los que han ordeñado sin contemplaciones la teta del Estado durante su mandato, los militantes socialistas que ya carecen de principios e ideales, lo sindicalistas adictos al dinero público y los fanatizados de la izquierda, capaces de votarla pase lo que pase, incluso cuando la corrupción y la desvergüenza se han adueñado del socialismo.
Durante siglos, tal vez desde el medievo, las clases feudales españolas, obtusas, conservadoras y egoístas, controlaron el Estado y practicaron con deleite la humillación del pueblo. Esa política abusiva de las clases dominantes, reunida en torno a la monarquía y sancionada por la nobleza, el clero y la miliacia, ha generado el rechazo a la derecha por parte de las clases populares, un rechazo que a veces se transformó en odio y que ha marcado la vida política española durante los últimos siglos.
Pero es posible que el Zapaterismo, con toda su inagotable ristra de abusos, desmanes, errores, corrupciones, mentiras y malgobierno, haya equilibrado la balanza y conseguido que, por primera vez en muchos siglos, el grito ¡Que viene la izquierda! provoque un terror semejante al viejo ¡Que viene la derecha!. Por eso, no habría dinero suficiente para que Rajoy pague a Zapatero sus favores, a los que hay que agregar que le ha aupado y llevado en volandas hasta la Moncloa, sin que la derecha realice esfuerzo alguno, sin aportar un gramo de ilusión y de esperanza a los españoles.
Las ironías del destino podrían lograr que Zapatero, el peor presidente de gobierno español en muchas décadas y el personaje que más daño ha causado a su país en menos tiempo, sea el que propicie una renovación profunda del mapa político español. Es más que probable que Zapatero deje a su partido, el PSOE, tan derrotado y desmoralizado que tenga que replantearse su identidad y sus bases ideológicas de cara al futuro, si es que quiere algún día regresar al poder. También es posible que de esa refundación del PSOE surja un partido que, en lugar de dedicar su alma y su esfuerzo a repartir entre los suyos el poder, los privilegios y hasta el dinero público, afronte la regeneración de la política española, corrompida, antidemocrática y alejada del pueblo y del bien común.
Visto desde hoy, esa regeneración de la putrefacta izquierda española, autora de desmanes insoportables para la gente de bien e incompatibles con la democracia, parecería una utopia imposible. Sin embargo, cosas más extrañas han ocurrido en la Historia, aunque para lograrlas hayan tenido que desaparecer de la escena todos los implicados en el drama. Traducido al presente español, puede afirmarse que la izquierda española nunca avanzará un sólo centímetro hacia la regeneración y la limpieza hasta que no haya hecho desaparecer de la escena a Zapatero, a Rubalcaba, a Pepiño, a Leire Pjín y a todos los cómplices e implicados en el sucio festival del zapaterismo derrotado y dañino, junto a otros miembros ocultos de la actual fauna depredadora del socialismo español.
Si eso ocurriera (Dios lo quiera) una vez más asistiriamos al éxito de aquel viejo proberbio oriental que afirma que para que las cosas se arreglen, antes tienen que estropearse hasta el extremo.
Revista Opinión
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