Revista Maternidad
Hace unos días escuchaba una conversación acerca de un@ de l@s “gurús” de crianza, cómo siempre aparecían las posturas a favor y en contra, pero como absolutos, o estás a favor y todo lo que dice vale o estás en contra y nada es rescatable, incluso para hablar en contra aparecían frases como “es que me hace ruido” o “no le creo del todo!”. Como si el hecho de tener posturas encontradas descalificara completamente a es@ otr@
No pienso ni defender ni atacar aquel “gurú” básicamente porque no me interesa y porque creo que no es algo que se necesite o deba hacerse. Lo que yo realmente defiendo es el diálogo, escucho estas conversaciones y pienso ¡Genial! genial que no comulguemos con todo, genial que haya cosas que no compartamos, porque sigue vivo el diálogo, porque en la medida que podemos seguir cuestionando seguimos pensando y no solo dando por hecho y acatando.
Nunca me ha gustado ser alumna (sin luz) y no creo que nadie lo sea, pero querer seguir ciegamente o rechazar solo porque no encaja 100% es en eso en lo que nos convierte. No es sano seguir y creer en todo lo que alguien dice, sólo porque ese alguien lo dice, eso genera relaciones de poder y sumisión, muere el dialogo y nace el monólogo, tan aburrido y poco sano.
Es maravilloso que existan personas que se dan a la tarea de pensar la crianza, de darle un marco teórico y de referencia sólido, es genial que tengamos acceso a sus posturas y teorías, pero como una manera de abrir el camino, no como un mapa que dirija la aventura. Es maravilloso poder escuchar su voz pero como una forma de acceder a la nuestra.
Abrir el diálogo es respetar y cuidar el corazón y el alma donde esas ideas se han fraguado. Acatar en cambio, creer ciegamente las hace mecánicas y frías, les resta amor y vida.
Tenemos mucha necesidad de tener las fórmulas mágicas, las cosas terminadas y digeridas, para pensar lo mínimo y sobre todo para vivir con la menor incertidumbre posible, es aterrador no saber las cosas de antemano, movernos entre prueba y error. Nada nos emociona tanto como una receta terminada, un camino demarcado, un éxito asegurado. Por eso preferimos los monólogos y cerramos los diálogos. Sin embargo es en el diálogo donde crecemos y nos empoderamos, es en la interacción y el intercambio donde nos descubrimos y descubrimos al otr@, donde construimos nuevas opciones con lo que cada un@ suma y aporta.
Buenísimo que nos haga ruido, porque entonces leeremos con cautela lo que dice, escucharemos lo que expone y no solamente aceptaremos lo que opina. El no estar completamente de acuerdo, el dudar, el tener puntos de desencuentro da espacio para digerir y elaborar lo que recibimos, tenemos que tomarnos el tiempo de masticar y volver a masticar la información antes de darla por hecho y seguir como borregos.
Estoy convencida que aunque nunca me siente a dialogar cara a cara con ninguno de est@s gurús sus teorías y planteamientos se enriquecen y cobran sentido y significado en mi vida cuando abro el diálogo, cuando permito que sus ideas conversen con las mías, cuando me doy el espacio de sentarme a tomar un café con sus posturas y masticarlas, cuestionarlas, abrazarlas y rechazarlas. Cobran un sentido distinto para mi y si me llega el momento de compartirlas habrán crecido y se habrán nutrido de mi.
Cuando pesa más la voz del otro, solo porque es ese alguien maravilloso, único y endiosado, por encima de la nuestra mal vamos, porque de nuestros desaciertos somos responsables, pero de nuestros acatamientos y obediencias somos culpables