Revista Filosofía

¿Qué viva el Papa?

Por Zegmed

¿Qué viva el Papa?

Como saben los lectores frecuentes, soy a su vez, un frecuente lector del semanario The Tablet. Probablemente el diario informativo sobre noticias del mundo católico más inteligente, crítico y bien escrito que haya en este momento (osea, casi todo lo que no es Zenit). Bueno, el asunto es que The Tablet ha dedicado, por lo menos, sus dos últimos números al tema del escándalo de abuso sexual a menores por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica. Evidentemente era necesario, ya que se trata de un tema de envergadura. Uno de los últimos artículos llamó mi atención porque se refiere ya no tanto al tema del abuso propiamente, sino al de la reacción del Vaticano. Dediquemos unas líneas a esta cuestión.

El tema es que, para variar, la Iglesia –al menos el Vaticano– reacciona y reacciona mal. ¿Qué han dicho ahora? Pues que se trata de una campaña deshonesta ”obvia y desvergonzada” que pretende “dañar” al Papa. De hecho, de esta respuesta se han colgado Cipriani y García este último fin de semana. Yo me pregunto con sincera preocupación, ¿por qué les cuesta tanto mostrar arrepentimiento genuino como institución?, ¿por qué la necesidad de desviar la atención? La consecuencia obvia de esto es que algunos incautos simplemente se pliegan al asunto en un acto irreflexivo (“al Papa se le defiende pase lo que pase”, dirán) u otros, como seguro es el caso de nuestro Presidente, se cuelgan del tema de modo calculador. Sea como fuere, es penoso que haya tan poca capacidad de arrepentirse y confesar la miseria de manera digna. Con justa razón la carta del Papa a los católicos irlandeses no tuvo acogida suficiente, lo más probable es que no se haya sentido el acto como genuino.

Y claro, cómo se podría sentir un genuino arrepentimiento institucional si el 26 de marzo L’Osservatore Romano publicó algo como esto: “The prevailing tendency in the media is to ignore the facts and to strain interpretations, with the aim of depicting the Catholic Church as the only institution responsible for sexual abuse – an image that does not corres pond to reality”. Esta excusa es vieja, pero yo esperaba que ya no se usase más. “Oigan, porsiaca, no somos los únicos violadores ah…así que no se la agarren con la Iglesia Católica”. Por favor, este tipo de gestos son inaceptables y sólo reflejan un malsano deseo de inculpar a otros para restar peso a la culpa propia. Para que se hagan una idea, yo he escuchado, a curas mostrar estadísticas con la finalidad de probar que los judíos tienen más casos de violación que los católicos…¡imagínense! Cuando leo cosas como estas, siento profunda tristeza, debo decir.

Además, el caso contra el Papa, hasta hace no mucho, Cardenal Joseph Ratzinger y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha levantado de modo delicado. El New York Times en su edición del 25 de marzo (pueden ver más aquí) sacó a la luz que Ratzinger había decidido no pasar al estado laical a un sacerdote envuelto en un caso de abuso sexual en los EEUU. En otras palabras, había preferido hacerse de la vista gorda con el problema. A todo esto y, entre paréntesis, para los que conocemos algo de movidas internas en la Iglesia, esta es una típica solución de la jerarquía. Cuando se presentan este tipo de incidentes, lo más común es que el prior de la Orden religiosa o el Obispo de la diócesis decida “castigar” al sacerdote. ¿Saben cómo los castigan? Los mueven de lugar. Si, por ejemplo, estaban en la casa provincial y gozaban de las mejores comidas, de chofer, areas de descanso, etc.; pues los mandan a una casa pequeña, en provincia, sin mucha comodidad. Esta es práctica común en la Iglesia y, parece, fue algo que también tentó al Cardenal Ratzinger en esos tiempos (1990s).

Las acusaciones contra el Papa han sido desmentidas por los encargados de prensa del Vaticano aludiendo que ese caso corresponde a los años 70 y que Ratzinger sólo precidió la Congregación desde 1981. Sin embargo, nuevas evidencias han surgido y ya sobre ellos no ha habido respuesta directa. Ojo, esto no implica que el Papa sea un encubridor ni mucho menos –al menos, no de modo necesario–, lo que a mí me preocupa es, en general, el modo de reaccionar. Ojalá Su Santidad no tenga nada que ver con esto…sinceramente, ojalá.

Habría que decir un par de cosas para ir terminando. Primero, no tengo nada a priori en contra ni a favor del Papa, que, de hecho, debería ser la actitud normal de toda persona prudente. Cuando fue elegido no me entusiasmé (como una amiga que mandaba mensajes como loca cuando se enteró) ni tampoco me apené (como sí lo hizo un buen amigo con el que almorcé esa misma tarde); lo único que dije fue: habrá que esperar. Y es que, claro, no se puede comprometer el juicio simplemente porque “tenemos Papa” ya que el mero hecho frío de una elección por demás calculadora no puede ser motivo de alegría; asimismo, no se podía pretender en esa época que por la fama de mano dura de Ratzinger nos encontraríamos con un Papa nefasto. Ya con 5 años suyos al mando de la Iglesia, la cosa es diferente. Han habido gestos interesantes, como su reivindicación de la teología de la liberación en Aparecida y de la opción preferencial por el pobre; de otro lado, tenemos cosas lamentables como esta reacción al tema del abuso sexual.

Hay que nacer de nuevo, le decía Jesús a un sorprendido Nicodemo. Todos debemos nacer de nuevo, la Iglesia debe reexaminarse y pensar seriamente, a la luz de la Palabra –a veces más que de la Tradición que puede ser mala guía– en ese nuevo nacimiento; de lo contrario, ya lo he dicho varias veces, la Iglesia se irá convirtiendo cada vez más en cueva de fundamentalismo, de lenguaje reaccionario y de falta de amor genuino por el mundo y la realidad que se vive en nuestros tiempos. ¿Qué viva el Papa? Sí, pero que viva para ser artífice de la venida del Reino de Dios…porque un ‘¡Viva!’ sólo y sin contexto poco o nada significa.


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