Revista América Latina

Quebrar la confianza: la guerra contra la unión cívico-militar

Publicado el 05 marzo 2016 por Jmartoranoster
Gustavo Borges Revilla Hay dos objetivos fundamentales de la Guerra No Convencional que se le está imponiendo ahora mismo a Venezuela: quebrar la moral del chavismo, su construcción ética, y romper la confianza de este mismo con su Fuerza Armada. No hay muestra de país alguno que haya logrado resistir el asedio de fuerzas enemigas estando divididos pueblo y ejército. Quebrar la confianza: la guerra contra la unión cívico-militar

Historia 1: la Gran Guerra Patria

Ya le había rendido monstruosos resultados a Hitler en algunos países de Occidente la táctica de la “guerra relámpago”. La formalidad de la declaración de guerra la hacían los bombarderos nazis desde el aire seguido del ataque veloz de las fuerzas terrestres, que en la mayoría de los casos anulaban cualquier reacción ordenada del otro. El objetivo era crear una desorientación tal que desarmara de facto todas las unidades de respuesta rápida. Luego de esto, la invasión era un simple y sangriento trámite. Los alemanes se hicieron famosos en el despliegue de sus fuerzas con un principio tan básico como antiguo: pegar primero para pegar dos veces.
Aun cuando la perfección de esta técnica le valió la conquista de grandes territorios europeos al ejército nazi, quien se anunciaba como invencible ante el mundo en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, finalmente fue derrotado por las fuerzas de la Unión Soviética con otro principio tan antiguo como el anterior, pero con una carga mil veces mayor de fortaleza moral, política y militar. La Gran Guerra Patria fue librada con éxito y sacrificio por la indiscutible unión entre el pueblo soviético y sus fuerzas armadas librando grandes y dolorosas batallas en Moscú, Leningrado, Stalingrado, Kurks…
El plan estratégico de la élite y los carteles financieros de Occidente para ese entonces (mediante la imposición de Hitler y el ejército nazi como fachada), era lograr el arrase y la aniquilación por completo de toda la URSS a sangre y fuego, exterminar la mayoría de sus pueblos y dejar con vida apenas unos 14 millones de personas en ese extenso territorio en calidad de esclavos al servicio de los intereses bancarios, industriales y de las corporaciones de algunos países de Europa y Estados Unidos.
Se calcula que más de 30 millones de hombres, mujeres, ancianos y niños murieron luchando valientemente, rozando el irrespeto por sus propias vidas en ese período oscuro de los años 1939 a 1945. El 24 de junio de ese último año, en la Plaza Roja de Moscú, se realizó el Desfile de la Victoria. Tres meses antes el Ejército Rojo había tomado Berlín, aplastando por completo todas las divisiones nazis.

Historia 2: Rescate de la Dignidad Nacional

Esta otra historia es harto conocida, pero retrata al detalle una hazaña real; otro hito donde por consecuencia de la sustancia germinal del binomio pueblo-ejército la historia se tuerce, cambia.
El inicio de la operación de rescate a Hugo Chávez aquel sábado 13 de abril de 2002 salió de la cabeza del cabo de la Guardia Nacional Juan Rodríguez, original de los Valles del Tuy y responsable de la difusión al mundo de la mítica carta del Comandante donde anuncia que no había renunciado. Para la mañana de ese día 13, Hugo Chávez se encontraba preso en la base. Dos días atrás sectores de la vieja elite empresarial, mediante la exitosa aplicación de operaciones de bandera falsa y de un despliegue de caos muy bien planificado, habían logrado ponerlo preso y tomar el poder.
En los papeles, y hasta el día anterior, la máxima responsabilidad del cabo Rodríguez como soldado de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana era supervisar 18 casas recreacionales en la base naval de Turiamo, en Aragua. Lugar donde esa misma mañana saltando normas y violando protocolos de seguridad burló a un grupo comando conformado por unos 100 efectivos que escoltaban la operación de secuestro del Comandante en la base.
En un descuido de los custodios, Rodríguez entró al cuarto donde estaba el Presidente y tras confirmar con el mismo que se trataba de una maniobra de falsa renuncia le informó: “Mi Comandante, confíe en mí. Se lo juro por mis hijos y por mi familia que lo voy a ayudar”. La conducta de Rodríguez, un cabo de la Guardia Nacional Bolivariana, prendía la mecha de lo que más tarde sería la victoria épica del pueblo más trascendente que se conozca en la historia reciente de Venezuela.

No hay ejemplos de victoria en pueblos que luchan divididos

En la Operación Rescate de la Dignidad Nacional, además de Rodríguez, participaron integrantes de alto y bajo rango de las Fuerzas Armadas junto al chavismo original desplegado simultáneamente en la Brigada de Paracaidistas de la ciudad de Maracay y el Fuerte Tiuna de Caracas. Miles de hombres y mujeres esperaron la llegada triunfal de Hugo Chávez a Miraflores ya de madrugada, expulsando así en menos de 48 horas a las ratas que habían ocupado a la fuerza el palacio de Gobierno.

Historia nueva

Probablemente, uno de los objetivos alcanzados con éxito por los aparatos de inteligencia detrás de la Guerra No Convencional contra Venezuela es haber difuminado las líneas que evidencian el estado de sitio en el que nos encontramos. Años de propaganda nos han hecho creer que las guerras ocurren sólo en la lógica de lo bélico, con tanques, bombas y balas. Nos han separado de la realidad y han ocultado la sofisticación de los nuevos métodos explicados ya al detalle por Sequera en dos sendos trabajos especiales.
“Incremento del malestar y distanciamiento en la administración gubernamental, ejército, pueblo y organizaciones políticas nacionales”. “Debilitamiento intenso de la moral gubernamental y militar”. Son sólo dos premisas del manual de Guerra No Convencional desarrollado en las oficinas de las Fuerzas Especiales del Pentágono, y que sin duda alguna se está aplicando ahora mismo bajo adaptaciones obvias en nuestro país.
Quebrar la confianza construida a pulso por Hugo Chávez del pueblo venezolano con su Fuerza Armada es objetivo fundamental de los planes del enemigo. Minar las conexiones naturales entre la tropa y la dirigencia, entre el soldado raso y sus superiores, entre el pueblo y la primera institución de defensa. Demoler por completo uno de los logros más sólidos de la revolución: la unión cívico-militar.
Endosarle la etiqueta fácil de corrupción a toda una institución que tiene sobre sus hombros la primera responsabilidad de defensa de la patria, por evidentes casos de aprovechamiento particulares, en ciertos grupos podridos, es, por decir lo menos, criminal; es jugar el juego del enemigo, es abrirle las puertas. Será la historia quien se encargue de uno y de otro acto de irresponsabilidad en un momento crítico que para nada es exclusivamente local.
La guerra de ahora no se libra (aún) en el terreno militar, es una agresión dinámica y compleja desplegada hasta en los rincones menos visibles de nuestra cotidianidad. Descifrar esta maraña será un gran paso para entenderla en su totalidad. Buscar sus raíces y causas a diario escalando y asimilando los niveles de comprensión, el estudio de sus objetivos, el conocimiento de los nuevos métodos y su aplicación en otros países. Y más fundamental aún: promovamos el esfuerzo de una actuación sin fisuras en medio del conflicto, una actitud de tiempos de guerra.
No hay ejemplos de victoria en pueblos que luchan divididos. Construir confianza mientras nos organizamos para la creación y el experimento de otra lógica que sustituya a la que ahora mismo nos domina, y experimentar para ejercer esa confianza. Ser como Chávez es movernos como él lo haría: como una fuerza en crecida que en 27 años de revolución el enemigo aún no ha logrado descifrar. El chavismo es una fuerza histórica que solamente unida tendrá posibilidades de trascendencia.


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