La Real Sociedad acierta de pleno con el fichaje de Raúl Tamudo, desde hoy un nuevo trotamundos del fútbol. Es historia viva del Espanyol de Barcelona y también de la liga española. Diferentes circunstancias le han alejado del equipo de sus amores, y el periquito se ha tenido que subir a la trainera donostiarra para demostrar que tiene gol todavía en sus botas.
Este fichaje me recuerda a un par de hombres que en los últimos años han defendido la camiseta del equipo de mi ciudad, Osasuna: Savo Milosevic y Walter Pandiani. Llegaron con el cartel de estrellas venidas a menos, y con el `run run´ permanente en la calle que los tildaba de peseteros y de intentar engordar el bolsillo antes de decir adiós a la práctica profesional del deporte. Y la realidad fue bien distinta.
Savo hizo buena dupla con otros delanteros como Aloisi, Chengue, Webo o Soldado. Supo echarse el equipo a sus espaldas, tomar la responsabilidad del gol, enseñar a los más jóvenes (Raúl García, Notxo Monreal, César Azpilicueta, David López, los hermanos Flaño), y consiguió hacer soñar a una afición. Con él Osasuna jugó una final de Copa del Rey, se clasificó para la Champions y alcanzó las semifinales de UEFA. No olvidemos que seguimos hablando de Osasuna. Un jugador que había gozado de la mejor época del Zaragoza o del fútbol europeo de primer nivel con el Parma. Y en Pamplona demostró su profesionalidad y saber hacer dentro y fuera del campo. Un señor avalado por el gol.
El caso de Pandiani es bien distinto. Se encontró con un entrenador como Cuco Ziganda, de la casa, que no supo entenderle. El Uruguayo y el Navarro no se hablaban en el vestuario, y la presencia de El Rifle quedaba relegada a los entrenamientos y a extrañas lesiones musculares los viernes, justo el día que se conocía la lista de convocados. Pos avatares del destino, Cuco dejó el banquillo rojillo y lo sustituyó José Antonio Camacho. El de Cieza dio minutos, continuidad y responsabilidad al mejor jugador de la plantilla navarra, y consiguió que volviera la mejor versión de Pandiani. A punto estuvo de acompañar a Forlán en la selección uruguaya en el pasado mundial de Sudáfrica.
Milosevic y Pandiani, dos jugadores que, a pesar de su salario, han salido baratos a un club modesto como Osasuna. Y lo mismo creo que va a pasar en la Real Sociedad. Un nuevo proyecto de primera que se debe sustentar en la cantera guipuzcoana apuntalada con nombres como el de Tamudo. Si le dejan, va a sumar experiencia y goles. Buen hacer dentro y fuera del campo.
A estos jugadores hay que medirlos no sólo por su hacer en el terreno de juego, también por lo que suponen dentro de un vestuario y en un banquillo. Además, Tamudo llega con ganas de demostrar el gran jugador que es. Ha acallado los cantos de sirena que le llegaban de Rusia, Escocia, Estados Unidos o de los países árabes para quedarse en una liga competitiva y en un proyecto ilusionante. Porque la Real es de primera.
Es de esos jugadores que sabe jugar con presión y sin ella. Sabe qué es defender la camiseta de la selección de su país; sabe qué es jugar en Europa con su equipo y sabe qué es luchar en el barro de la permanencia en primera división. Conseguir en la última jornada de la temporada quedarse en la máxima categoría del fútbol nacional, no es algo nuevo para Tamudo, y eso, sin duda, le va a venir muy bien a la nueva Real Sociedad.
Ni que decir tiene las ganas de encontrarse de frente con Sánchez Libre, presidente del Espanyol, y con Pochettino, míster periquito, para ajustar cuentas en el verde.
Por todo ello, y mirando el espejo de los vecinos navarros, creo que la Real Sociedad y su secretaría técnica han acertado con la apuesta de Raúl Tamudo. Sorpresiva por otra parte, cuando todos creíamos que el futuro del catalán estaba lejos de España.
Parafraseando a los argentinos, ¡qué lindo que te quedaste, Raúl!