Imagen tomada de http://www.valenciapequeuniverso.com/wordpress/vamos-a-la-playa-ooooh/
- Tardamos tanto en conseguir salir de casa (por esto de la nueva moda de correr pasillo arriba y abajo a cada parte del cuerpo que les untábamos con crema, entre otros entretenimientos familiares) que, cuando llegamos a la playa, el protector se había fundido ya con nuestra piel y... estábamos para volvernos a untar enteritos.
- Vale, confieso, el libro no lo llevaba. Pensé en coger el e-book, por eso de ir de madre moderna y tal, pero luego vaticiné que su máximo uso sería lanzarlo cual boomerang, y me supo mal, que es un regalo de Papi. Además... en mi caso, playa es a tiempo libre como ¿velocidad a tocino?
- Ajá... Sí... Llevar juguetes playeros para esparcirlos por tooooda la playa de la Malvarrosa y no hacerles ni puñetero caso. Miento, al "peix" (pez en valenciano) sí, que les dio mucho juego lanzarlo al agua y correr detrás de él gritando como becerros "¡¡EL PEEEEEEIX!" con cara de drama como si de verdad fueran a perderlo durante 30 minutos (de reloj). Y para que mami, después de conseguir recogerlos todos, se pase diez minutos para llegar al caminito de madera porque a cada paso que daba se le caía uno, para regocijo del público asistente.
- Si entiendes por "toda la familia" tus dos hijos, porque tú no tenías planeado bañarte (ni acabar cubierta de barro y agradecer el baño inmensamente), o como mucho "tus dos hijos y su tía" (que tampoco contaba con remojarse, deduzco, dado el tamaño minúsculo de su minitoalla), entonces todo en orden.
- También, cumplido. Excepto por el pequeño detalle del viento: llegar a la playa y que empiecen a volar TODOS LOS GORROS/SOMBREROS familiares al compás de "ya por allí se ve, ya por allí se vaaaaaaaaaaaaaa" o lo que es lo mismo, la canción que suena al final de la peli de Mary Poppins cuando los niños están volando su cometa en familia. Solución: gorros al capazo.
- Lo de la ropa es un must claramente, al igual que cambiar a tu hijo, dejarlo sequito y apoyarlo contra ti, que vas aún totalmente empapada. Resultado: camiseta de tu niño con el mismo grado de humedad que tu bikini. ¡¡Yihaaa!!
- Vale, la sombrilla tampoco la llevábamos. Pero simplemente porque cuando conseguimos llegar a la playa eran las 19... Que, para entonces, casi que lo que había que coger era el telescopio para mirar las estrellas.
- Por bolsos no fue, desde luego: mega capazo de mimbre con estrella pintada (¡mira! este requisito lo cumplo más que perfectamente), la típica bolsa de Harrods con una tonelada de juguetes de playa y media de la arena acumulada que, aunque quites, se reproduce y va haciendo poso, y el bolso de "soltera y sin obligaciones" de la tía, monísimo pero con lo justo y necesario. Aquí pasó lo típico: llegamos con todo ordenadísimo y estupendo, nos fuimos con todo el contenido tirado de mala manera por los bolsos y llenito hasta los topes de arena.
- El agua, dado que se bebieron medio mar Mediterráneo, acabó olvidada y más que recalentada en un rincón del capazo, y fue un gustazo beberla "del tiempo" al llegar al coche.
- Aunque llevábamos galletas saladas, mis hijos, básicamente Rubiazo, decidieron que nada mejor que la arena mojada para sus estómagos y sus dientes. He de confesar que, en un momento de máxima efusividad en la que eran o ellos (Pichu y Rubiazo)o nosotras (la tía y yo), lancé una bola chorreante con todas mis ganas que fue a parar a la boca de Rubiazo que, en ese preciso momento, levantó la cabeza con toda la boca abierta. ¿Qué iba a decirnos mi rubio? Nunca lo sabremos.