¡Quedaos, corruptos!

Un publicista mitificado por sus intervenciones desabridas en programas de televisión llamado Risto Mejide ha publicado un artículo periodístico muy alabado por influyentes ciudadanos y comunicadores titulado “Largaos”, exigiéndole a los políticos corruptos que se marchen para dejarle el país a gente más honesta.

Pero en estas circunstancias, primero, habría que recordar aquello que le dijo Jesús a la turba que quería lapidar a una prostituta, como recuerda frecuentemente Xelo Castillo: “Quien de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra”.

Nadie lanzó la primera piedra, y en esta España del amiguismo, enchufes, la protección endogámica a familiares, amigos y conmilitones, nadie puede lapidar al contrario: todos albergan en su interior un pequeño o gran corrupto, consustancial con el código genético nacional.

¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?, preguntó Jardiel Poncela. No hay partido limpio tras llegar al poder.Todo empezó en el tardofranquismo, cuando recorrían el mundo pidiendo ayudas que traían en maletines para construir la democracia.

Los derechistas del Contubernio de Munich y el PSOE de Felipe González crecían gracias a las maletas de billetes donadas por los demócratas europeos. Este cronista transportó algunas.

Los comunistas llenaban sacos en Moscú, Bucarest, Praga, y los nacionalistas en las dictaduras y las semidemocracias latinoamericanas.

Partidos y sindicatos conocieron la abundancia, con estructuras crecientes de liberados bien pagados. Y cuando no hubo dinero extranjero se sacó de las piedras, perdón, del ladrillo.

¡Que no se larguen! Estamos descubriéndolos. Los vigilamos. Que afronten la crisis económica. Dejarle el país a quienes todavía no fiscalizamos, y podrían ser peores, es suicida.

Ya castigarán las leyes a los corruptos por lo que hicieron y que difícilmente podrán repetir ahora, por lo que, de momento, a gobernar a la vista de todos para salir del pozo y evitar la anarquía.

Así que, ¡quedaos, corruptos!, pero vigilados por vigilantes que también deberemos vigilar, porque todos portamos los pícaros genes del Lazarillo de Tormes.

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SALAS