Quejarse no es productivo
Quejarse no vale de nada. Llorar sobre nuestra sombra pensando que somos los seres más desafortunados del mundo no tiene sentido y, probablemente, no sea verdad. Tampoco es lógico que creamos que la mala suerte es nuestra aliada y que los fantasmas del fracaso y la resignación nos sobrevuelan constantemente. No. Es más, no sólo no vale de nada, sino que a fuerza de repetir esta creencia, nuestro cerebro la acaba asumiendo y nuestras acciones, o mejor, la forma en la que percibimos lo que nos sucede, terminan por convertir en realidad todos nuestros temores.
Hay cosas que no podemos cambiar, que nos vienen determinadas por el “destino” o esa fuerza invisible de la naturaleza que nos machaca constantemente. Pero lo que sin lugar a dudas sí está en nuestro poder es el hecho de que podemos decidir cómo y con qué estado de ánimo afrontamos los problemas. La firme determinación de que podemos con las adversidades, tomar conciencia de nuestras potencialidades y fortalezas y derrochar optimismo nos da a todos la fuerza que necesitamos para alcanzar nuestros sueños y, lo más importante, nos ayudará a ser personas más felices.
La actitud es vital para conseguir hacer realidad nuestros planes: define el problema, traza tu estrategia y plan de acción, recuerda constantemente las ventajas de conseguir el objetivo, compártelo con los amigos y familiares, fíjate pequeñas metas a corto plazo y recompénsate cuando alcances cada una de ellas. De esta forma, como ha determinado en sus investigaciones el profesor británico Richard Wiseman -de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido)- estaremos todos en el camino del éxito.