Revista Diario

Quejas del viento

Por Seles
Últimamente no paro de leer quejas de personas de entre quince y veinticinco años sobre la sociedad actual española. Muchos dicen que no somos más que cobardes por no ir a manifestaciones, o que nos engañan como a ovejas hagamos lo que hagamos, porque nos hacen pensar como ellos quieren, y hacemos lo que ellos quieren que hagamos.
Eso me ha hecho reflexionar sobre lo mal que se están educando a los jóvenes. Se les centra tantísimo en la política, que solo luchan contra algo, y a veces sin importar el qué. Con lo fácil que es luchar por la educación desde la educación, por la sanidad desde la sanidad, y la cultura desde la cultura. ¿De qué me sirve estar en huelga horas y horas, si no consigo nada, y encima he perdido horas en las cuales podría estar enriqueciéndome?
No me gustan las luchas, porque cada vez generan más odio y radicalismo. La gente se vuelve partidaria de ideales que ya están algo anticuados, y no piensan en renovar, ni educar a su descendencia de forma neutra y pacífica, sino enseñándole lo hijos de puta que eran los de allá arriba, junto a la sociedad que los alimentó.
Yo creo que sí estoy luchando, a pesar de las múltiples quejas que recibo a mi alrededor. El día que hay huelga, leo un libro sobre temas que me interesen (sociología, musicología, filosofía, y demás materias), o bien me pongo a investigar sitios a los que ir para aprender más sobre lugares desconocidos. Con eso, consigo crecer, e intentar que los de mi alrededor beban de lo que he ido aprendiendo, y poder enseñar respeto y nuevos conceptos. Lo que pretendo es ir más allá de aquellas tonterías del bien y del mal, o del político y el pueblo. Aunque con nuestro pensamiento, tan puramente occidental, sea difícil de conseguir.
Y claro que quiero que mejoren las cosas, pero desde dentro. Si uno está podrido por dentro, con odio, y echándole las culpas a los de arriba, en vez de ver qué podría hacer o podria haber hecho para mejorar su situación interna y la de los de su alrededor, no conseguirá más que aquello que está consiguiendo la sociedad española: Nada.
Porque sigan o no los mismos, eso es lo de menos. El pueblo no se quiere hacer oír, no desde la buena vía. O al menos, eso es lo que he podido apreciar.
No me gusta hacer reflexiones relacionadas con la política, porque he descubierto recientemente que esa materia no es de mi interés. No sabría decirme a mí misma si soy apolítica o no, lo que sí sé es que prefiero la filosofía a la política.
Por consiguiente, deciros que no gritéis palabras sueltas, sino que susurréis frases coherentes. Sólo así se logrará el verdadero progreso.

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