Revista Coaching
Otra semana cargada de aviones, y sesiones en Barcelona, Madrid, Burgos y Sevilla. En una de las conferencias de Madrid tuve la oportunidad de conocer de cerca la historia de esfuerzos, sacrificios, superación e ilusión del Colegio Edith Stein, en Orcasitas, y disfrutar de una estupenda comida con su equipo directivo.
Hablamos de muchas cosas, pero entre otras de la falta de compromiso de mucha gente, para con las decisiones más importantes de la vida.
En 1519, Hernán Cortés, tras conquistar Cuba, llegó con 600 hombres repartidos en 11 barcos al actual puerto de Veracruz (México), para desde ahí iniciar la conquista del Imperio Azteca. El ejército azteca estaba formado entonces por más de cinco millones de indios que eran conocidos por su astucia y crueldad. Así que temiendo que algunos de los soldados de su ejército, atemorizados, vieran la posibilidad de amotinarse y regresar a Cuba, Hernán decidió eliminar cualquier posible vía de escape. Mandó barrenar los barcos para que a partir de ese momento sus hombres recibieran un mensaje claro: la única opción era vencer o morir. No había vuelta atrás. Gracias a los relatos de Juan Suárez Peralta a nosotros nos ha llegado la leyenda de que Cortés mando "quemar las naves", aunque estas simplemente fueran perforadas para que se hundieran en el fondo del puerto.
En la vida de una persona hay una serie de decisiones que deben tener un carácter definitivo: los valores y principios con los que uno arma su conciencia, los proyectos de largo recorrido por los que apuesta, la persona a la que entrega su corazón... Son decisiones que no podemos estar revisando cada vez que nos surge una pequeña dificultad, porque son opciones que requieren una lealtad continuada. Cuando tomamos decisiones sobre las que no queremos dar vuelta atrás demostramos nuestra entrega y apuesta totales. Dejar la puerta abierta a volverse atrás impide muchas veces que pongamos en marcha todos los resortes que hay en nuestro interior para llevar a buen término esos difíciles compromisos.
Esa lealtad con las decisiones no implica necesariamente irreflexión. Es sabio saber rectificar una decisión mal tomada. Pero no es bueno no terminar de decidirse, huir por miedo de los compromisos, avanzar por un camino errático... Surgirán contratiempos inesperados, como ocurre en cualquier camino, pero aunque nos flaqueen las fuerzas no debemos abandonar nuestro empeño sin esforzarnos lo suficiente y un poco más.
Por eso, quemar las naves , como hizo Hernán Cortés, puede ser una muestra de inteligencia que de un sentido superior a nuestra vida.