Revista Diario

Quemando etapas (demasiado rápido)

Por Sandra @sandraferrerv
Quemando etapas (demasiado rápido)
Han pasado ya más de cuatro años desde que me convertí en madre. En todo este tiempo mi vida se ha convertido en una vorágine de sensasiones y cambios que a menudo ha sido difícil de asumir y asimilar. No sé si es porque en verdad nadie me preparó para lo que significa ser madre o es que simplemente, aunque alguien me lo hubiera explicado, difícilmente me podría haber hecho a la idea de lo habría significado.
Los niños, en sus primeros meses y años de vida, crecen a una velocidad de vértigo. Esto, sumado a que las madres vamos atabaladas intentando controlarlo todo, hace que a menudo no nos demos cuenta de todo lo que les sucede a nuestros hijos. Pero si la rapidez con la que crecen los niños es demasiado, al menos para mí, esta sociedad que nos ha tocado vivir se empeña en querer desligarnos de nuestros hijos con una rapidez a la que yo, lo reconozno, no estaba preparada.
Con el primer hijo vas totalmente vendida, sobretodo si además de ser el primer hijo, es el primer nieto, el primer sobrino y nunca antes has visto un bebé en tu familia. Te crees todo lo que te dicen y todo lo que lees. Ahora, con la perspectiva del tiempo pasado, me doy cuenta de que los niños tienen que seguir su ritmo vital. No pasa nada porque no gateen a los 8 meses exactos, no caminen con un año o no lean el periódico con dos. Dentro de unos parámetros lógicos, hay que dejar que ellos marquen las pautas y nosotros guiar sus pasos mientras disfrutamos de su bella y corta infancia.
Estoy del todo convencida que los niños no se mal acostumbran ni cogen malos hábitos porque un día quieran comer en tu falda, necesiten a su madre a las cuatro de la mañana o nos pidan, mimosos, que les ayudemos a vestirse. Evidentemente, si a los 20 años siguen con estas rutinas, algo no debe haber ido muy bien. Pero nos hemos ido al otro extremo. Y yo creo que con cuatro años aun siguen siendo niños para muchas cosas.
Es triste que nos hayan hecho pensar a las madres que debemos cortar ese cordón umbilical del afecto tan pronto. Llevar a nuestro hijo en brazos, darle el pecho, acunarlo, no creo que sea nada malo. Es curioso que todas estas muestras de afecto a menudo se censuran como malcrianza de los hijos. Qué mundo más desangelado nos ha tocado vivir que aplaude el desapego temprano como algo bueno para el ser humano.
Cuando era una madre novata me daba miedo decir estar cosas en voz alta. Ahora, que soy una veterana, lo grito a los cuatro vientos con orgullo. Mis hijos son normales aunque a veces les ayude a vestirse, mi hija tome el pecho con dos años o necesiten que les abrace de vez en cuando. Vamos, es mi humilde opinión.

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