Quemar a Mishima
Imaginaba que Elena y Carolina, las chicas de “Quieres hacer el favor de leer esto, por favor”, estarían vestidas con plateados trajes ignífugos, sendos cascos rojos numerados con el 451 y un soplete de fuego eterno. El cartel de la fiesta aniversario de su programa de radio nos invitaba a convertirnos en los bomberos pirómanos de Bradbury y acudir a su fiesta con la única entrada de un libro odiado.
Pero en la hoguera de llamas de celofán sólo ardían un ejemplar de “Cómo hablar en público”, de Vallejo-Nájera, otro de “Walden dos” y un manoseado “Pabellón de oro”, de Mishima. Pensé mandar al fuego mi ejemplar de “La vida invisible”, pero me contuve. Sumo libros y fuego y pienso en las hogueras nazis o en los cuerdos vecinos de Alonso Quijano, que mandaban a las llamas al Quijote quemando sus lecturas.
Elena y Carolina no son tan puritanas. Allí donde este hipopótamo se baja de la cuerda con un ataque de vértigo, ellas crean un infierno virtual para los libros que mandan en las listas de éxitos. Un fuego sin humo para libros que ocupan en las librerías el lugar de la buena literatura, un aquelarre para narraciones con premios planetarios, prosa de adjetivo fácil y personajes prefabricados. Esos árboles que no nos dejan ver el bosque.
“Quieres hacer el favor de leer esto, por favor” es uno de los mejores programas de radio dedicado a ese bosque de literatura oculta, aunque sólo es posible encontrarlo en un dial virtual. Con medios modestos y recorridos ambiciosos, Carolina y Elena descubren “¿dónde va un personaje cuando se acaba su novela?”, promocionan colectivos poéticos como “La bella Varsovia”, e inoculan pasiones por autores casi desconocidos, como Octave Mirbeau.
“Quieres…” celebró su primer aniversario en el sótano de una nueva librería, la de “Tipos infames”, tienda de libros con barra de bar incorporada. No di con “La historia general de la infamia”, pero noté la apuesta por recuperar un títulos difíciles de encontrar. Tampoco comprobé si tenían en venta el condenado pabellón de Mishima, pero el precio del tercio que me tomé me advirtió que estos infames tienen ya una idea clara: el alcohol da más beneficios que la tinta. ¡Buena suerte y larga vida!
1/10/10