La luna fija en nuestros ojos
una luz de energía hechizante.
Esa luz se cuela bajo nuestros párpados
dejando un rastro de estrellas titilantes.
Esas estrellas hacen
que desandemos un camino
hecho a base de besos y caricias.
Muchos abrazos entre medias,
que a estas alturas se vuelven poco.
Queremos más.
Y nos dedicamos a desandar esas estrellas
para retroceder
a un tiempo donde todo
era más ordenado
pero no más bonito.