IN MEMORIAM
Es que por aquí no hemos sabido conservar lo nuestro tal cual. ¡Como la gente se iba de la tierra, que esa es otra, pues, velay! Los palentinos es que somos muy despeinados, oiga, y poco cariñosos con lo que encontramos de herencia. Y es que no le damos importancia nada hasta que vienen de afuera a valorarlo. Entonces sí, oiga, nos deshacemos en alabanzas y defensa. ¿Se ha fijado en la iglesia de este pueblo? Parece como si la hubieran colocado en un sitio para ver mejor a Dios: abierta a un valle, sosegada por el cantar de un río niño y cerrada por montañas, que verdean los robles a su tiempo. ¿Y se sabe quién la puso en este lugar? Los documentos cuentan de una doña Elvira, mujer del conde Saldaña, Munio Gómez, que fundó una iglesia en este sitio, pero no debía ser la que vemos hoy, pues la tal doña Elvira vivió mucho antes de cuando se data este templo; pero bien pudo ser carne de aprovechamiento, porque la traza recuerda fácilmente a esas que llaman prerrománicas y que tanto abundan en Asturias.
Para mí que hay aquí dos iglesias. Una, la que se alza, tosca, de piedra arenisca y roja, con su perfecta espadaña, calada por cuatro ventanales para campanas, paralelos dos a dos, y un gran arco insinuado en su primera mitad por albergar la puerta, y sobre ella otra ventana que da luz al coro. Y otra iglesia, o lo que queda de ella, que se conserva hoy como mesa de altar sostenida por siete columnas completas, con sus bases, sus fustes y capiteles labrados, todos distintos y perfectos, fruto de un cincel maestro y que nunca tantos, en ningún sitio, sostuvieron la mesa de un altar. Desde luego, que si no son de épocas distintas, si son de artistas diferentes. Y como el paraje en que se alza es casi el vestíbulo para la felicidad, hubo un tiempo en que amaneció Colegiata, con canónigos y todo, y con un abad que el obispo de Palencia, a la vez conde de Pernía, nombraba, según guisa y criterio, y que, a mediados del siglo XVI consiguió jurisdicción civil y Criminal del lugar como lo atestiguo el rollo.
Pero todo esto es ayer. Hoy es solo belleza. Y no sé si este esplendor para la paz y el ojo tendrá mañana, por mucho que los políticos se aseguren que creer y decir esto es derrotismo. ¿Será por derrotismo por lo que estos lugares están cada año más silenciosos, y ya no saben dar de comer ni al cuerpo ni al espíritu de sus gentes, que se van, querido Juan José cuadros, de estas tus solas, desoladas tierras? Y mira que hay verdor para los ojos.
Estas tierra se están acostumbrando a ser gula del ojo, querencia del silencio, algo así como un museo vivo por el que, como museo, pasa la gente y no puede quedarse. Oiga, ¿y esto es bueno?
Marcelino era Académico de la Tello Téllez y poeta. En nuestro blog pueden encontrar un homenaje a su quehacer e interesantes textos publicados en nuestra Revista Literaria Pernía.