Espero que no te importe que me refiera a ti con este diminutivo. Desde luego, no lo utilizo porque seas pequeño, ya que no lo eres en ningún sentido. Tienes más de seiscientas páginas y contienes una obra clásica, considerada entre las grandes de su género por su carácter innovador, su estilo, su estructura narrativa y la apasionante historia que nos cuentas.
Si utilizo el diminutivo es con intención afectuosa, con amor incluso, y con gratitud. Porque tus páginas están acompañándome estos días de una forma gratísima y están proporcionándome momentos de gran solaz.
Cuando me interno en la historia que contienes, querido librito, siento como si entrara en una cápsula mágica que me aísla del ruido, de los males del mundo real y de los pensamientos perturbadores. Y entonces me dejo emocionar por la valiente Marian, por su carácter resuelto, su perspicacia y el amor absoluto que siente por su hermana menor. Y me emociono también con ella, la joven Laura, tan desdichada, tan sufrida y tan generosa.
Y me conmuevo con la desventura del joven Walter, con la forma altruista con que renuncia a su amor; y me enfado con el señor F. por su pasividad, por su indolencia, su egoísmo y su falta de consideración, aunque también me resulta risible por sus caprichos y sus melindres; y me irrito cada vez que aparece el exquisito P. G. porque es tan correcto, tan galante y apuesto que no puedo sino sospechar de tanta perfección; y me siento intrigada con el misterioso e inquietante conde F...
Sí, me manipulas, librito. Juegas con mis sentimientos, me llevas de acá para allá en un vaivén de emociones, y yo te sigo el juego gustosamente.
Tengo entendido que algunos consideran que la historia que contienes es un mero folletín, pero cómo va a serlo cuando tus páginas están escritas con palabras tan precisas y tan elegantes; cuando se congregan en ellas personajes tan carnales, tan humanos en sus peculiaridades, sus dudas, sus preocupaciones y sus errores, y cuando su historia está presentada con tanta maestría.
Así que no te acabes todavía, querido librito, déjame seguir leyendo; déjame seguir viviendo en tu mundo de papel, ese mundo en el que todo es lógico y coherente, y en el que todo, hasta lo más extraño, tiene pleno sentido y un por qué; ese mundo en el que, por esas razones, me siento segura y a salvo.
***
Queridos lectores de este modesto blog:
Ya que hemos hablado de juego, ¿quizá les gustaría jugar a adivinar, con las escasas pistas que he dejado, de qué obra se trata?