¿Nadie puede parar a los que están gobernando España con el trasero? Los jueces cabreados, el Rey asustado, el Ejército confundido y quieto, los empresarios pensando en huir de España, los vagos cobrando pagas, la Unión Europea seriamente preocupada, los aliados internacionales sin fiarse de España y el pueblo perplejo, indignado y con miedo al futuro. Las tres cosas que más crecen en España son: la incompetencia de la vicepresidenta Yoli, la bajeza del presidente Sánchez y el rechazo a la invasión de inmigrantes ilegales, parte de ellos portadores de una delincuencia insólita y depredadora. La España del presente está mal gobernada y es un caos que nadie sabe como solucionar. Son muchos los descontentos: los demócratas, los cristianos, los que son empujados hacia la pobreza, los indignado con la incompetencia de los políticos, los regeneracionistas, los empresarios, los autónomos y muchos más. Los únicos que se sienten a gusto en el sanchismo son los vagos, los delincuentes, los inmigrantes y los socialistas, comunistas y miembros de partidos nacionalistas que apoyan a Sánchez, todos ellos participando del reparto del botín de España. ---
Apenas un tercio de los españoles apoyan al gobierno y dos tercios de España están en contra, entre ellos la mayoría de los jueces, los profesionales, los empresarios, los intelectuales y las personas más informadas y cultas, pero esos dos tercios están sometidos al grupo corrupto que controla el poder tomando decisiones arbitrarias y contrarias a los criterios y la voluntad de la mayoría.
El sanchismo es el amo de España y está gobernando con un descaro propio de dictaduras comunistas. Los que gobiernan no dimiten, a pesar de sus errores, y no reconocen la verdad visible de que están gobernando mal y perjudicando a la nación y a su pueblo.
El sanchismo es como una lapa que maltrata y parasita al país, que no puede desprenderse de esa lacra.
Lo único positivo del sanchismo es que está despertando la conciencia de las mayorías y afianzando la determinación de reformar el sistema cuando sea posible, impidiendo que cafres y miserables accedan al poder y lo controlen en el futuro.
También está convenciendo al pueblo de que las instituciones claves de la nación son frágiles y no funcionan. La monarquía pierde adhesiones a chorros y la decepción con los partidos políticos, la Justicia, el Congreso, la Sociedad Civil y las fuerzas armadas y las de orden es creciente porque no son capaces de impedir el mal gobierno, el abuso y la corrupción.
El gobierno de Sánchez aparece hoy ante los ojos de los ciudadanos como envuelto y arrasado por el escándalo de corrupción más sucio y grave en décadas, el llamado "Caso Koldo", que en realidad es el "Caso PSOE" porque prácticamente todo el partido está implicado y manchado.
Pero ese escándalo no tiene consecuencias democráticas, como ocurre en el resto del mundo. Los delincuentes resisten en España, se apalancan en el poder y esperan que pase la tormenta para seguir expoliando y sembrando el país de división, odio, desconfianza, miedo y descontento.
La presidenta del Congreso, tercera autoridad del país, está implicada hasta las cejas en corrupción y suciedad, un caldo sucio que también alcanza a varios ministros y a la esposa del presidente Sánchez, mientras gran parte del pueblo piensa que "jefe" y animador de todo el aparato corrupto es el mismo Pedro Sánchez.
España se parece cada día más a Venezuela y a otras tiranías latinoamericanas, atravesadas por la corrupción y el divorcio entre el poder y el pueblo.
España, más que una reactivación de la economía o que la solución de dramas como el desempleo, la invasión desordenada de inmigrantes sin filtrar y la inseguridad creciente en sus ciudades y pueblos, lo que necesita con más urgencia es una perestroika, una modernización que incluya cambios drásticos en el sistema y una reactivación de los valores y principios éticos, arrasados por la coalición diabólica entre socialistas, comunistas y nacionalistas independentistas y golpistas.
Los ojos de los ciudadanos honrados, perplejos y asombrados ante la pestilencia y la decadencia de la nación, están cansados de mirar hacia la Monarquía y las Fuerzas Armadas, en espera de que desde allí surjan las fuerzas de la regeneración que acaben con el dominio del abuso y el vicio del gobierno.
Pero desde las instituciones defensivas de la nación, creadas para salvar a España de injusticias, catástrofes y agresiones graves que la pongan en peligro, sólo se percibe pasividad, cobardía y silencio.
Francisco Rubiales