Algo que me generó siempre un estrés adicional fue saber si la cantidad de actividades extracurriculares de mis hijos eran adecuadas. Cambié mi postura con los años y ahora trato de lograr un equilibrio entre lo que quieren y lo que creo que es mejor
Cuando decidimos el colegio al cual iban a ir los chicos, entre varios otros puntos, chequeamos las actividades extracurriculares que ofrecía. Estoy convencida de que el desarrollo social de los chicos es muy importante y que para complementar la parte dura del estudio deben realizar actividades físicas y sociales que logren que se despejen y descarguen tensiones.
Lo mismo para todos, ¿aplica?
Al principio anoté a mis hijos en todas las actividades: natación, fútbol, taekwondo. “Cuantos más deportes, mejor“, pensaba. Pero al poco tiempo entendí que no todos mis hijos eran iguales, no les gustaba lo mismo y tampoco estaban en condiciones físicas de aguantar un ritmo tan elevado. A uno le gusta más el fútbol que a otro y quizás al más pequeño, aunque quiera hacer cualquier cosa, todavía no le da el cuerpo o la mente para hacer tantas cosas juntas.
Dejarles tiempo de juego ahora que son niños
Creo que hay que tener tiempo de juego, de no hacer nada, que no todo tiene que estar pautado y que los cronogramas de los chicos tienen que ser de chicos y no de adultos. Cuando van creciendo, ellos mismos van llenando sus espacios con actividades lúdicas y recreativas que les gustan y les hacen bien. No volvemos a ser chicos, así que dejemos que disfruten de su niñez sin tanto stress.
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