Hemos sabido esta semana, gracias a la abogacía del Estado, que aquello de que "Hacienda somos todos" era sólo un eslógan publicitario... Lo cierto es que algo sospechábamos. Sobre todo conociendo el dato de que el 20% de la actividad económica de España discurre al margen de la Agencia Tributaria. Pero la realidad, dicha tan en crudo, duele. Ahora sabemos que "Hacienda somos todos" era sólo una frase para la publicidad, puro márketing, nada más que ganas de convencer. Sabemos que la frase "Hacienda somos todos" era mentira. Es decir (para que nos quede claro), que don Aurelio Ayala Tomás, el encargado de exprimirse las neuronas en el 77 para dar con el lema que nos llevara a casi todos a hacer la declaración de la renta con alegría y paso ligero, sentenció que "hacienda somos todos" como podía haber dicho "un poco de pasta basta", "cuate, aquí hay tomate" o "just do it", pero con un subidón que ni el de "pim pan, toma Lacasitos".
Pues no sé, pero así en caliente, a mí, lo reconozco, me dan unas pocas de ganas de ponerme a defraudar desde mañana mismo. Lo queramos o no esto es un bofetón como para no seguir contribuyendo. "Hacienda somos todos", el pilar que ha levantado todas y cada una de las declaraciones de la renta durante cuarenta años, es hoy una leyenda que solamente nos habíamos creído a la fuerza esos "todos" que efectivamente cumplimos nuestras obligaciones con el fisco también a la fuerza y que, a la fuerza ahora, debemos pensar que la infanta sólo ha defraudado al erario público que ya no somos, pero no a los ciudadanos en general. Porque seguramente aún quedan ciudadanos en general que suponen que se les han subido los impuestos en particular porque existen 4.855 morosos que deben más de un millón de euros a Hacienda, porque se aplicaron amnistías fiscales a unos sí y a otros no o porque entre políticos y banqueros se lo habían llevado crudo, en lugar de admitir que la recaudación aumentaba por ese vicio tan nuestro de vivir por encima de nuestras posibilidades tributarias. Y había que aclararlo. Que la infanta, sin vergüenza monárquica ninguna, defraude a manos llenas, a los "hacendados", ni nos da ni nos quita. Y por eso Hacienda ya no somos más todos.
Lo de que Hacienda ya no somos todos se veía venir. Ni Hacienda somos todos, ni Hacienda es Hacienda, ni todos somos todos. Era una forma de hablar, un comentario desafortunado, algo así como presentarse en un funeral con una camiseta que anuncia que "la vida es chula". Pues sí, la vida es chula, pero hoy ponte un jersey encima, bonita. Sin embargo, "Hacienda somos todos" y "La vida es chula" bien podrían ser los dos lemas que han mantenido vivo al contribuyente hasta nuestros días. Y, por tanto, bendita publicidad. Porque, a partir de ahora, podríamos llegar a pensar que Hacienda somos todos es tanto como decir que "un diamante es para siempre", que "lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas" o que la justicia es igual para todos. Que es algo que suena bien pero que aporta poca verdad. No como antes, ya me entienden.
Hasta hace una semana, Hacienda éramos todos. Unos más que otros, vale, pero todos. Y ya no. Hacienda ya no somos todos, aunque sigamos siendo todos los que éramos. Ese consuelo nos queda. En lo esencial, no se alarmen, Hacienda sigue siendo la misma. La señora Ripoll también nos podía haber ahorrado el disgusto. Verdad es que, a Hacienda, como a la Justicia, nos las vistieron de seda. Pero tengan en cuenta que así es la publicidad. Y así, el lenguaje en general. Porque, en realidad, el lenguaje casi nunca sirve para entenderse, sino para engañarnos unos a otros, para hacer creer a otro lo que queremos que crea. Y, cuanto antes lo asumamos, mis queridos contribuyentes, antes podremos dejar de participar del fraude.
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