Griffiths nació en Jerez de la Frontera, le crió su abuela en Gibraltar y tenía doble nacionalidad, inglesa y española. Llegó a Madrid en 1913 para probar suerte como policía. Pasando a formar parte del Cuerpo de Vigilancia, un brazo de la ley compuesto por agentes de paisano. Compatibilizó esto con ser subdelegado veterinario, sirviendo en las caballerizas de Alfonso XIII.
Con la llegada de la II República, el Cuerpo de Investigación y Vigilancia siguió funcionando, pese a que se esperaba lo contrario. Cuando estalló la guerra el Cuerpo de Investigación y Vigilancia contaba con aproximadamente 3.800 miembros, de los que la gran mayoría se puso del lado sublevado. Griffiths salió pitando de la capital, ascendiendo rápidamente a una posición de autoridad en la zona rebelde, se sabe que ya se había comprometido con los golpistas hacía tiempo.
Las fuentes oficiales coinciden en que en agosto de 1936 ya trabajaba como delegado en la administración militar sublevada. El propio Queipo de Llano lo nombró a dedo como responsable de la región de Andalucía. En Griffiths recaía la responsabilidad de extender todos los permisos para aquellos que quisieran cruzar desde España hasta Gibraltar, incluidos los trabajadores.
La represión fue tremendamente dura. Andalucía fue una de las primeras regiones en caer bajo el mando rebelde tras el golpe de estado. Los militares veían a los ciudadanos como un hatajo de “ladrones y prostitutas” que habían abrazado el comunismo. Una justificación infundada para cercenar la vida de cientos de personas indiscriminadamente. Al menos 411 ejecuciones se llevaron a cabo solo en la provincia de Cádiz a lo largo de la guerra por esta causa.
Las razones por las que un civil podía terminar en el paredón eran arbitrarias. Existen documentos que demuestran estas barbaridades. Un gibraltareño, Juan Villa, fue condenado a prisión por decir en un bar que Franco nunca tomaría Madrid. Un tal Manuel Jurado fue arrestado y condenado a muerte por parecer contento, según la acusación, cuando llegaron las noticias del revés sufrido por el ejército nacional. 24 granjas fueron arrebatadas a Antonio Galiardo, y registradas a nombre de la Junta de Defensa Nacional de Burgos. Era un abogado moderado de Izquierda Republicana, pero según los sublevados se trataba de un marxista.
Pero, las mujeres tampoco escaparon a la sanguinaria represión puesta en marcha por Griffiths. Un testimonio muestra a un falangista llevando a una mujer al Círculo Mercantil de La Línea y proporcionándole una purga y afeitando su cabeza antes de sacarla a la calle para ser objeto de las burlas de sus vecinos. “¡Por la autoridad y por el orden os vamos a purgar y a afeitar vuestras cabezas!” Era el cántico que se oía en las calles. Según los periódicos de la época que clandestinamente aún editaban, las violaciones eran habituales y las víctimas, asesinadas para encubrir los crímenes.
Griffiths destacó como administrador eficiente de este Estado cleptocrático de Queipo. Convirtió el robo, los saqueos y el abuso de poder en prácticas comunes. Todo ello para financiar al ejército rebelde y llenar los bolsillos de los golpistas. Las víctimas, lógicamente, eran simpatizantes republicanos, pero muchas de las llamadas donaciones de los andaluces no republicanos tampoco eran tan voluntarias como podría parecer. Griffiths ejecutaba sus abusos con toda la libertad que le confería el cargo y el apoyo de Queipo de Llano. Él mismo se jactaba de ello.
Pero vayamos al misterio que envuelve a este personaje, la verdad es que algo cambió en mayo de 1937, ya que Griffiths fue arrestado en La Línea, por una orden que procedía de Salamanca, donde el general Franco tenía su cuartel general. Según los documentos existentes, la orden tenía como objetivo detener el contrabando en la frontera y parar los crímenes indiscriminados para el saqueo. Al parecer, Griffiths, junto a Queipo, habían sacado buena tajada del tráfico de dinero en la frontera con Inglaterra. Griffiths, fue detenido por la guardia personal de Franco.
Si fue así, si esas fueron las causas, he de reconocer que al menos en algo fue sensato y honrado Franco, pero me pregunto, ¿por qué solo pagaron por estas fechorías Griffiths y algunos oficiales menores? ¿Por qué Queipo de Llano solo pagó con la distancia insalvable que el general Franco puso entre él y el criminal de guerra Queipo? Sí, al terminar la guerra lo destituyó de la Capitanía General de Andalucía y se lo quitó de en medio confinándolo a Burgos, pero,¿por qué no lo sentenció junto a su compinche Griffiths?
Hay también quien asegura que Griffiths era un espía inglés. Aunque, en realidad, la verdad es que Griffiths tan solo trabajaba para sí mismo.