La malnutrición es responsable de la muerte de la mitad de los 13 millones de niños que fallecen al año. Son cifras brutales, invisibles: 5,6 millones de menores de cinco años mueren cada año por falta de una alimentación adecuada. Ante tal desmesura, Occidente prefiere no mirar.
Aden tiene malnutrición. Su familia es pobre, paupérrima. No sabe qué es una tarjeta de crédito ni una cuenta bancaria; no ha oído hablar de la ley de la oferta y la demanda. Su ley económica es simple: solo entiende de escasez y escasez absoluta. Aden no tiene juguetes. No irá a la universidad. Su vida durará la mitad que la nuestra. Aden no sabe lo que es la luz eléctrica ni las duchas calientes ni el agua potable. No conoce ni conocerá el olor de una panadería los domingos (o los viernes) por la mañana. Tampoco sabe que es un periódico o una televisión. Ni sabe que niños como él nunca salen en los titulares.
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