Revista Opinión

¿Quién es Elizabeth Holmes, la veinteañera que estafó a las élites de Silicon Valley?

Publicado el 25 octubre 2021 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Elizabeth Holmes parecía destinada a cambiar el mundo hace siete años. La empresa biomédica que fundó a los diecinueve, Theranos, había sido valorada en 9.000 millones de dólares. La joven empresaria estadounidense, a quien muchos proclamaron la nueva Steve Jobs, prometía desarrollar una nueva tecnología capaz de diagnosticar cientos de enfermedades con análisis de sangre rápidos, acercando así la atención médica a los hogares de todo el mundo.

Lo que los inversores de Theranos ignoraban es que la tecnología de Theranos nunca había funcionado, y al encubrir su mentira, ponía en peligro la salud de miles de personas. Hoy Holmes se enfrenta a veinte años de cárcel, acusada de una de las mayores estafas de la historia de Silicon Valley. Su juicio, sin embargo, también es contra el principio fake it till you make it (‘finge hasta que lo consigas’) que defendieron famosos empresarios como Bill Gates o Larry Ellison en su camino a la cima. Así, la caída de Holmes también ha servido para cuestionar todo el sistema de valores que ha protegido durante años a los favoritos de Silicon Valley.

La conquista del valle

Desde pequeña, Holmes soñaba con convertirse en una gran empresaria. Por ello, cuando a los diecinueve años tuvo una idea de un parche capaz de diagnosticar cientos de enfermedades, no dudó en abandonar el grado de Ingeniería Química que cursaba en la Universidad de Stanford y lanzarse a la aventura. En 2003, los parches se transformaron en pequeñas cajas cuadradas, y así nació Theranos.

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La idea era revolucionaria: una máquina muy barata capaz de realizar cientos de análisis con solo unas gotas de sangre. Sin experiencia ni financiación, pero armada con la visión de un mundo en el que soldados y ciudadanos de a pie serían capaces de monitorizar su salud en cualquier lugar y momento del día, Holmes fue obteniendo el apoyo de los gigantes de Silicon Valley. Personas influyentes como George Schultz, secretario de Estado con Ronald Reagan; el magnate de los medios de comunicaciones Rupert Murdoch y la familia más rica de Estados Unidos, los Waltons, invirtieron miles de dólares en Theranos. Políticos reconocidos como Joe Biden y Hillary Clinton también mostraron su confianza en la empresaria, y grandes cadenas como Walgreens y Safeway negociaron contratos millonarios con la startup.

“Cuando finalmente conecté con Elizabeth, me di cuenta de que podía estar mirando a los ojos a una nueva Steve Jobs o Bill Gates”, llegó a decir Channing Robertson, su profesor en Stanford en un artículo que fue portada de la revista Fortune en 2014. El año siguiente, Forbes consideró a Holmes la mujer más joven del mundo en construir una fortuna de más de mil millones de dólares por sí misma. Había alcanzado la cima de Silicon Valley con tan solo treinta años. Solo había un problema: la tecnología de Theranos no funcionaba.

Publicidad antes que pacientes

Aunque de puertas para fuera Theranos era la estrella de Silicon Valley, la situación interna era muy diferente, como descubrió un periodista de The Wall Street Journal, John Carreyrou, cuando comenzó a investigar rumores de que la empresa mentía. Siguiendo el modelo de Steve Jobs, a quien Holmes admiraba, Theranos había construido un ambiente de trabajo asfixiante y rodeado de secretos, alegando querer proteger su tecnología. 

Los empleados firmaban cláusulas de confidencialidad estrictas, las comunicaciones estaban vigiladas y ni siquiera la junta de inversores tenía permiso para abrir los dispositivos que la empresa fabricaba. Durante su investigación, Carreyrou descubrió que ese secretismo era en realidad una manera de ocultar que la tecnología no estaba lista para ser utilizada en pacientes y ni siquiera servía. “La forma en la que Theranos funciona es como intentar construir un autobús mientras lo estás conduciendo”, dice Carreyrou en Mala sangre, el libro que escribió sobre el caso. “Alguien va a acabar muriendo”.

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El prototipo diseñado por Theranos, el Edison, era incapaz de realizar los análisis que Holmes había prometido a inversores y clientes, y tenía fallos constantes en los controles de calidad.  Para esconder el problema, la empresa hacía 99 de cada 100 análisis de sangre de forma manual en el laboratorio o en máquinas desarrolladas por otras compañías que Theranos había modificado. Incluso así, los análisis mantuvieron un porcentaje de error del 51,3%, llevando pacientes a pensar que tenían enfermedades autoinmunes o que estaban sufriendo un aborto cuando no era cierto.

A pesar de ello, Holmes continuó asegurando que la tecnología funcionaba y creando proyecciones de ganancias falsas, hasta el punto de afirmar que Theranos tenía ingresos anuales de 100 millones de dólares, mil veces más que la cifra real. “Me sentía presionado para defender análisis en los que no tenía ninguna confianza. Acabé pensando que a la empresa le importaba más la publicidad y recaudación de fondos que la salud de los pacientes”, testificó Adam Rossendorf, exdirector de laboratorio de Theranos, en el juicio de Holmes. Cuando abandonó la compañía en 2014, lo sustituyó el dermatólogo Sunil Dhawan, al que se le prohibió tener contacto directo con pacientes y responder a sus quejas.

El golpe de gracia a Theranos llegó el 16 de octubre de 2015, con la publicación del primer artículo de Carreyrou sobre la empresa en el Wall Street Journal. A partir de ese momento, la compañía se enfrentó a una serie de demandas legales por parte de pacientes, inversores, la Comisión de Bolsa y Valores, y Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, entre otros. Como consecuencia, Holmes disolvió la empresa y se vio forzada a anular más de 300.000 tests cuyos resultados fueron puestos en duda. Ahora, la empresaria y su expareja y presidente de Theranos, Sunny Balwani, se enfrentan a doce cargos criminales de fraude y conspiración para cometer fraude, que podrían conllevar hasta veinte años de cárcel. 

La filosofía que creó (y protegió) a Holmes

Aunque el fraude de Theranos ha sido el más sonado de los últimos años, no es ni mucho menos el primero que sacude Silicon Valley, sustentado en una filosofía que ha mantenido al sector tecnológico estadounidense. Al exagerar sobre la calidad de la tecnología de la empresa, Holmes no hacía más que imitar el modus operandi de los fundadores de las grandes compañías del valle.

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Antes que ella, empresarios como Bill Gates y Larry Ellison, fundador de Oracle, habían contado cómo las exageraciones sobre su tecnología les ayudaron a conseguir financiación para sus productos durante los primeros años, sin sufrir consecuencias. De la misma forma, cuando Holmes se presentaba a las reuniones con varios guardias de seguridad e impedía a los inversores ver sus laboratorios o abrir sus máquinas, no hacía más que copiar páginas del manual de Steve Jobs, que actuaba así cuando desarrollaba los primeros iPhones. 

La filosofía del fake it till you make it también está en los cimientos de Theranos e impulsó las mentiras de Holmes. Sin embargo, mientras que todas las compañías creadas por sus ídolos desarrollaban software, Theranos era una empresa médica. Por ello, al mentir sobre las capacidades de su tecnología, Holmes no solo engañaba a unos cuantos inversores, sino que también ponía en peligro la salud de miles de personas.

Con un mínimo de siete semanas de juicio pendientes, Holmes todavía puede evitar ir a la cárcel si el jurado opina que no mintió, o que lo hizo bajo la influencia de su expareja, a quien ella parece que planea acusar de abuso psicológico y sexual, según documentos presentados en el juicio. Sin embargo, si Holmes es declarada culpable, Estados Unidos condenaría también a la ideología del fake it till you make it, poniendo fin a la invulnerabilidad de Silicon Valley.

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¿Quién es Elizabeth Holmes, la veinteañera que estafó a las élites de Silicon Valley? fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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