Una de las preguntas que constantemente me hago es qué lleva a las personas a salir a las calles a quemar contenedores de basura y qué lleva a otras personas a verlo todo desde el sofá con una cerveza en la mano y, después de descartar los genes como principal motivo, comprendí que hay múltiples variables que impulsan a las personas a participar o ser espectadores y no sólo una píldora azul o roja que te permite decidir. En nuestra sociedad actual: en la de casa, el cole, los parques… Nos chocamos de frente con un germen creciente, temible y erosionador de las voluntades sociales colectivas y no es otro que el llamado “free rider” o “gorrón” que consiste, como su nombre lo dice, en una actitud muy acertada de aquellos que no quieren mancharse las manos de barro y, en un alarde de valentía, observan a los pocos osados en las manifestación y piensan para si, en sus adentros amoblados por telebasura, comida rápida y un conformismo tan vasto que parece casi una enfermedad degenerativa que si sus iguales consiguen un triunfo, se beneficiarán por inercia y si fracasan… “Total, no hice ningún esfuerzo y no moví mis nalgas del sofá”.Esta disolución de la responsabilidad acaba por hacer que miremos por la ventana del tren mientras una persona se queda atrapada entre las puertas del mismo sin poder entrar ni salir: “Que lo haga otro, somos muchos en este vagón, no sólo estoy yo”. Resulta inútil escribir sobre una enfermedad que no tiene cura, que no tiene antibiótico; sobre un virus que no tiene su Avast gratuito; sobre la plaga; la peste; sobre La Muerte…
¡Oh! No, espera, que sí tiene pero conlleva esfuerzo; conlleva madrugar; conlleva sacudir los hombros y dejar la apatía; conlleva destrozar las suelas de los zapatos caminando pero… “Nahj, que la busque otro; que madrugue otro; que otro compre zapatos porque igual somos muchos, no sólo yo en el Planeta”.