Un directivo de la empresa saudí Aramco cerca de un campo petrolífero de Howta / GTRES
El desplome del petróleo no ha afectado por igual a todos los países, ha habido ganadores y perdedores. Hace tan solo unos meses, en junio, el precio del barril Brent estaba por las nubes, concretamente, a 115 dólares (unos 94 euros) el barril, pero ahora su valor ha caído en picado y seis meses después ronda los 60 dólares (49 euros) por barril.
¿Pero cómo se ha llegado a la situación actual?
En 2011, el precio del petróleo se disparó, superando por primera vez la barrera de los 100 dólares por barril. Eso se debió, principalmente, por dos motivos: por un lado las primaveras árabes y las consecuentes guerras en Libia y Siria hicieron que disminuyera la producción de crudo en estos países; y al terremoto de Japón y sus consecuencias en la central nuclear de Fukushima, que inspiró un temor ante la amenaza nuclear, propició que aumentara la demanda de petróleo. En ese entonces, por ejemplo, Alemania se comprometió a cerrar sus centrales nucleares para 2022.
Ahora, esta tendencia se ha invertido: hay más producción de petróleo y menos demanda. Esto se debe, por un lado, a las nuevas técnicas empleadas en Estados Unidos como el fraking que tienen como finalidad extraer más crudo en suelo estadounidense e importar menos; así como la consolidación de las potencias emergentes como Brasil que cada vez producen más petróleo en sus territorios y dependen menos del mercado internacional.
Pero también se juega una guerra geoestratégica en Oriente Medio. La opción más cómoda para muchos países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) seria bajar la producción de petróleo, lo que acabaría forzando que aumentara su precio. Sin embargo, Arabia Saudita se opone a esto y en la reciente cumbre de la OPEP en Viena se acordó mantener los actuales ritmos de producción por petición de Riad.
¿Qué gana Arabia Saudita?
El país de la monarquía Saud vería como su influencia en la región se reduce poco a poco a causa de que Irán se está convirtiendo en una pieza clave para terminar con los conflictos en la zona. Por un lado, es el gran aliado del grupo armado Hezbola y del gobierno de Bachar al Asad en Siria, donde la guerra se eterniza desde hace más de tres años y en la que Arabia Saudita ha apoyado a los rebeldes sirios. Además, Riad también se opone al acercamiento entre Estados Unidos e Irán, que está ayudando a combatir a los radicales islamistas del Estado Islámico (EI).
Por eso, a Arabia Saudita le interesaría mantener el actual ritmo de producción de crudo y, de este modo, forzar que siga bajando el precio para estrangular la economía iraní, puesto que el 60% de los ingresos de sus exportaciones provienen de la venta del crudo, que representa el 25% del PIB de este país.
Por otro lado, con esta política, Riad también perjudicaría a otro de los grandes aliados del régimen sirio, Rusia. La crisis del petróleo, sumado a las sanciones internacionales por las políticas del Kremlin en Ucrania, ha propiciado el desplome del rublo, la moneda rusa, que ha perdido su valor un un 100% frente al dólar.
Finalmente, se ha especulado que otro de los objetivos de Arabia Saudita seria propiciar que el precio del petróleo fuera tan bajo, que el fracking no fuera beneficioso para Estados Unidos y, por eso, desestimara esta forma de explotación y volviera apostar más por la importación.
Ganadores y perdedores en Latinoamérica
Los grandes perdedores de esta situación son los países que sus economías dependen básicamente del petróleo como Venezuela, Ecuador, Colombia México o Brasil.
Sin duda el más perjudicado es Venezuela, el primer productor de la región y con las mayores reservas del mundo, ya que su economía se basa principalmente en este producto. El 90% de sus exportaciones las constituye el crudo, que representa el 50% de sus ingresos fiscales. Eso, sin duda, repercutirá en las políticas sociales que el gobierno finanza.
Por su parte, el 60% de las exportaciones ecuatorianas se basan en el petróleo, un producto que representa el 10% del presupuesto del Estado, lo que también repercutiría en la inversión social del gobierno ecuatoriano. “Si cae mucho el precio del petróleo, si hay recesión o cae la recaudación de impuestos, nuestra variable de ajuste es a la inversión, o sea que en vez de construir 200 escuelas construiremos 100”, advirtió hace poco el presidente de ese país, Rafael Correa.
Otro de los perjudicados en la región es Colombia que el 50% de sus exportaciones dependen del petróleo, que representa el 22% de los ingresos fiscales. La Contraloria del Estado alertaba recientemente que los presupuestos para el 2015 se elaboraron considerando que el precio del barril estaba en los 98 dólares y ahora está en los 60. Así pues, el gobierno colombiano dejaría de percibir alrededor de 3.600 millones de dólares (2.961 euros).
México, el segundo productor de Latinoamérica, vive una contradicción puesto que el desplome del precio de crudo repercute sin duda a la industria petrolera, pero beneficia a la manufacturera que podrá adquirir este producto a un menor coste y, por ende, producir más barato. Por su parte, Brasil es el tercer productor de la región, pero la mayoría de su producción es para consumo interno, por lo que le afecta poco lo que suceda a nivel internacional.
Por su parte los países que si se beneficiarían de esta situación son principalmente Chile, los estados caribeños y centroamericanos que son importadores de crudo y, por tanto, podrían obtener este producto a un precio más bajo.
En el resto del planeta
A nivel internacional el panorama es similar, los países exportadores como Irán, Rusia o Argelia ven sus economías amenazadas por la crisis del precio del petróleo, mientras que los importadores como España o China se ven beneficiados porque pueden adquirir este recurso a un bajo precio, por lo que el Estado se ahorra dinero.
La guerra del petróleo que está llevando Arabia Saudita está ahogando a los países de la OPEP, que ya están pidiendo que se limite la producción para controlar la caída en picado del precio que, si sigue a este ritmo, el barril de Brent podría caer en 2015 hasta los 43 dólares (unos 35,5 euros), el precio más bajo desde el 2005.
“La Opep debe intervenir para corregir los desequilibrios del mercado mediante una disminución de su producción”, opinaba el pasado domingo 28 de diciembre Yusef Yusfi, el ministro de Energía argelino, un país que el 97% de sus exportaciones dependen del petróleo y que el crudo representa el 26,2% de su PIB.