Duelo a garrotazos (1820) de Goya
El último artículo de Félix Rodrigo Mora me ha recordado el siempre popular -aunque en el fondo totalitario y por ende antipopular- tema de las elecciones. Para este autor, con quien coincido tanto en el diagnóstico como en el tratamiento aunque tal vez no en el pronóstico, "es muy probable que Podemos gane las elecciones generales de finales de 2015". ¿Cómo de probable es eso? Es difícil saberlo con seguridad. Las últimas encuestas de intención de voto son entre optimistas y muy optimistas, y que las gane es matemáticamente posible, pero hoy por hoy -a ver qué opino dentro de unos meses- sigo pensando que el PP ganará no solo las generales de 2015 sino puede que también las de 2019, lo que arrojaría un resultado de tres victorias consecutivas hasta 2023 -quemándose por el camino, eso sí-, momento en el cual sería más factible una victoria de Podemos o de un PSOE «regenerado» con un discurso más escorado a la izquierda (estoy pensando por ejemplo en Tapias, Talegón, etc.), partidos que si quieren competir con la derecha tendrán que evolucionar probablemente en la misma o similar dirección que el partido SYRIZA en Grecia.
No obstante, si durante el supuesto segundo mandato del PP, o incluso antes, tuviera lugar otra recesión (o algún otro fenómeno disruptivo) y dicho partido no pudiera negarla como sí tuvo la oportunidad de hacerlo el PSOE previamente a las elecciones de 2008, los plazos podrían verse acortados y la izquierda podría llegar al Palacio de La Moncloa antes de lo esperado, dando al traste con los tradicionales ciclos partitocráticos: desde que existe la «democracia» en España, todos los partidos han gobernado un mínimo de dos veces consecutivas. El declive energético, la contracción de los Estados y la creciente incertidumbre podrían alterar los antiguos patrones políticos hacia mandatos más inestables, así como hacer desaparecer, al menos temporalmente y como ya estamos viendo, el bipartidismo: bajan PP y PSOE y suben Podemos, IU y UPyD, renovando de esa manera un sistema parlamentario que admitirá cualquier cambio «radical» con tal de perpetuarse. A largo plazo tampoco sería descartable que el PP u otro partido de derechas -de la misma manera que una parte de la política ya se estaría escorando hacia nuevas formas de comunismo autoritario en nombre de la «gente»- se acercara a posiciones neofascistas o lepenistas en nombre de la patria, retomando cien años después un panorama institucional similar al de los años 30. De cualquier modo, y a pesar de mi afición a la especulación, la futurología ni es ni puede ser una ciencia exacta, toda vez que la historia, aun cuando es cierto que se repite, lo hace con variaciones, intervalos y puntos de inflexión difícilmente predecibles.
PD. En cuanto a que "el proyecto y programa de revolución integral, probablemente, logre éxitos y avances notables en los próximos años" (la cursiva es mía), lamento no ser tan optimista. En cualquier caso, para reducir al máximo la posibilidad de que mi pesimismo se convierta en una profecía autocumplida, añado que sería bonito verlo y que, independientemente de lo que ocurra en los siguientes años, el camino a seguir sin duda es ese o parecido a ese. Cada uno y cada una en lo que mejor sabe hacer.