¿Quién gobierna al Vaticano cuando no hay papa?
Original de: Miguel Ángel García CalderónCuando un papa renuncia o muere se declara en el Vaticano la Sede Vacante, un intervalo de tiempo previo y durante el Cónclave en el cual la gestión de la Iglesia y del Estado Vaticano queda en manos de otros actores hasta la elección del sucesor.
Recordemos, amable lector, que el Obispo de Roma es Jefe de Estado y tanto la institución religiosa como el Estado tienen asuntos qué resolver -y no esperan a un nuevo líder- sumado a que se debe de pactar y acordar la fecha de inicio del cónclave -comicios- para escoger al nuevo papa.
Para lo anterior se necesitan de contados y selectos gestores que, durante la Sede Vacante, asumen en parte el poder de la Iglesia hasta que el Colegio Cardenalicio -todos los cardenales del mundo en edad de votar [menos de ochenta años]- entra a la Capilla Sixtina para ejercer su poder al sufragio.
El principal de todos es el Camarlengo ya que tan pronto termina el papado -por renuncia o muerte- se hace cargo del día al día en el Vaticano como Jefe -provisional- del Estado.
La palabra proviene del latín Camarlenghi aunque el diccionario atribuye la palabra al germánico franco y su significado es oficial de cámara, refiriéndose a una cámara del tesoro ya que su principal función -cuando hay pontífice vigente- es ser el administrador de los bienes e ingresos de la Santa Sede.
Él clérigo chambelán -otro término usado- es el encargado de sellar el estudio y apartamento papal como a su vez de anular el sello pontificio y el famoso anillo del pescador.
Si la Sede Vacante se debe al fallecimiento del papa es él el encargado de verificar el deceso a base de un sutil pero bello ritual:
Llama -con diferencia de tres minutos- al pontífice por su nombre y apeído de pila, si no responde, golpea suavemente su cabeza. Si se confirma la muerte y en presencia de cardenales retira -y nulifica- el anillo papal.
A pesar de llevar las funciones de Jefe de Estado su poder es imitado pues se restringe únicamente en asuntos inaplazables; la gestión espiritual de la Iglesia es destinada única y exclusivamente el colegio de cardenales.
Una de las cosas curiosas del cargo es que él, junto al Penitenciario Mayor, son los únicos cardenales que mantienen sus funciones luego de la ausencia de un papa -dentro de la Curia romana- pues los demás funcionarios, tras declarada la Sede Vacante, cesan sus gestiones oficiales.
Una vez hecha oficial al mundo la noticia de que la Iglesia Católica se queda sin papa se convoca a todos los cardenales -príncipes de la Iglesia- a asistir a Roma para reunirse y acordar la sucesión.
Dentro de todos ellos destaca el Decano del Colegio de Cardenales encargado de supervisar dichas reuniones pre-cónclave [llamadas Congregaciones Generales] donde además de acordar una fecha de inicio para la votación, se discuten algunos temas.
Entre lo destacable están los problemas que enfrenta la institución, el perfil del futuro sucesor y los retos que ésto podría afrontar.
Las charlas -con intervenciones, a puerta cerrada, estilo debate- sirven para que los participantes se conozcan entre sí -su manera de pensar- ayudando a inclinar la balanza por alguno de éstos.
Cuando un candidato -durante el cónclave- alcanza la mayoría requerida para ser elegido como papa el Decano del Colegio de Cardenales le pregunta al afortunado si desea aceptar el nombramiento, un cardenal funge como principal testigo.
El testigo se llama Maestro de Ceremonias Litúrgicas quien además de tal función es el encargado de notariar el acta acreditativa oficial del nombre del nuevo papa y de que éste acepta la función eclesial.
Dentro de todos los burócratas vaticanos -por decirles de alguna manera mundana- en función durante el estado de ausencia de un papa, uno de ellos destaca dentro de los demás: el Proto Diácono.
Él clérigo es quien, luego del humo blanco emanado de la Capilla Sixtina -que anuncia al mundo la elección favorable de un pontífice-, sale al balcón frente a la Plaza de san Pedro.
Al salir, declara en latín: Habemus Papam! -¡Tenemos un Papa!- junto al apeído del cardenal y el nombre pontificio escogido; cuando sale investido el nuevo papa, la sede deja de estar vacante.
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