Quizá leyendo el título el lector sospeche posiblemente que este artículo versará sobre un posible rescate subrepticio a España por parte de alguna institución europea, y que no haya sido conocido hasta ahora.
Lamento comunicarle al interesado lector que no trataré sobre eso, entre otras cosas, porque es bastante evidente que España ha sido rescatada últimamente más de dos y más de tres veces de forma oficial: compra de bonos del BCE por Trichet, anuncios de Draghi, inyección exuberante de liquidez en nuestros bancos, línea de crédito de hasta 100.000 para nuestro sistema financiero, etc.
De lo que hablaré en este artículo es de una cuestión más genérica: ¿cómo es posible que todavía no hayamos suspendido pagos (quebrado, haber declarado el default, etc.) con un 25% de paro, con uno de los sistemas más dilatados de políticos del mundo, lleno de corrupciones, repleto de burocracias, aherrojado por el sindicalismo, el clientelismo (en su versión más atroz con las Cajas de Ahorro), el nepotismo, la cultura de la subvención y la ineficiencia? ¿Cómo es posible que se hayan mantenido durante tanto tiempo diecisiete organismos gubernamentales manirrotos, que iban disparando sus gastos a medida que pasaba el tiempo?
Toda persona en sus cabales sabe que si una empresa invierte mal, desprecia a sus clientes, vende sus productos defectuosos, o realiza sus servicios de forma indeseada, tarde o temprano la gente dejará de ir a la empresa, se irán a la competencia que hará mejor las cosas, y esta empresa entrará en pérdidas, suspenderá pagos, y desaparecerá. ¿Cómo es posible que el Estado Español aún no haya desaparecido?
Excepto algunas excepciones contadísimas, el Estado no es productivo, no genera valor a la sociedad. Partimos, por tanto, de que todo estado es ineficiente desde el principio. Ahora bien, la cuestión está en cuánto es de ineficiente este o aquel estado. No es lo mismo un Estado deficitario, que uno ultradeficitario o monstruosamente deficitario.
Lo que normalmente impide a todo Estado no caer por su propio peso es la coacción física: si tu no haces lo que el Estado te pide, o te quita dinero (multa), o te mete en la cárcel, o te mata (en los casos más extremos). Así el Estado exige que se le dé parte del dinero que poseen las personas: impuestos, exacciones. Esto permite que un ente que no produce nada, se salve de la desaparición. Esto no es muy problemático en Estados pequeños, donde esto es lo único que se utiliza, y además presentan impuestos bajos, y en ocasiones, hasta el Estado realiza funciones nada desdeñables.
Ahora bien, el caso del Estado Español está en las antípodas. Sus dirigentes son especialistas en crear burbujas y que el progreso no se deje notar en nuestro país a lo largo de tiempo, más bien al contrario. Ajustan el ciclo económico al ciclo político, para rentabilizar las elecciones. César Molinas, en su artículo Una teoría de la clase política española, afirma de que la clase política española ha generado compulsivamente toda clase de burbujas en la economía. Las más evidentes han sido la burbuja inmobiliaria, la burbuja financiera, la burbuja eléctrica y la burbuja estatal. Por no hablar de la burbuja de transportes, que tenemos el país con más redes ferroviarias (todas las capitales de provincia unidas con Madrid) y de aeropuertos del mundo, que nadie utiliza, y han costado enormes cantidades de dinero.
Para qué hablar de la burbuja inmobiliaria y financiera. Las Cajas de Ahorros, a la sazón controladas por los políticos, han desaparecido prácticamente de nuestro territorio, a pesar de los rescates que los políticos han realizado con dinero público. La burbuja eléctrica, como extraordinariamente expuso Manuel Fernádez Ordóñez en el Instituto Juan de Mariana, ha otorgado subvenciones (primas) a las energías verdes en una cuantía anual de 50.000 millones de euros, cuando el objetivo era infinitamente menor. Todavía pululan por nuestra orografía millones de españolitos deseando abrir una central de energías verdes para cobrar del Estado. Tenemos más del triple de potencia eléctrica instalada del necesario, al tiempo que nuestra factura eléctrica se ha triplicado, siendo más de la mitad del coste impuesto estatal. Y eso que, en el mercado, nuestra energía es la que menos cuesta producir de toda Europa.
Si bien se puede decir que ambas burbujas ya han pichado, todavía estamos asistiendo al crecimiento, como bien analiza Juan Ramón Rallo en su último libro Una alternativa liberal para salir de la crisis, de la burbuja estatal, que de un momento a otro no le quedará más remedio que explotar. Los gastos anuales del Estado nunca han dejado de crecer, pese a los famosos recortes. Y actualmente estamos a punto de entrar en el punto de no retorno en el que los intereses de la deuda empiezan a retroalimentar el gasto (efecto bola de nieve), siendo por tanto imposible reducir el gasto a no ser que se declare la suspensión de pagos.
¿Cómo es posible que este Estado ultradeficitario aun no haya caído? Imaginemos una familia, un padre, una madre, y varios hijos. Uno de los hijos decide no estudiar, ni trabajar, pero al mismo tiempo decide gastar mucho. Tendrá que coaccionar al padre y a la madre para que les de dinero. Pero si el hijo cada vez maltrata más a sus súbditos, y cada vez gasta más, llegará un momento en que tal situación colapse. ¿Por qué todavía no ha llegado en España, aunque esté a punto de hacerlo?
Cómo ya vimos de pasada antes, un factor son los impuestos. El dinero que se le quita a los ciudadanos tanto de forma directa (quitándoselo de lo que gana), como de forma indirecta (incrementando enormemente los precios de todo: luz, agua, gas, alimentos, libros, etc.), estableciendo fuertes impuestos especiales. Al igual que las larvas, que habitan y se alimentan de los lugares más ricos, los impuestos se colocan en las actividades más rentables, alimentándose y consumiendo, como un gusano, de la riqueza generada por la sociedad. Así nace el IVA, los impuestos especiales, o los nuevos impuestos energéticos aprobados por el PP. Y para qué hablar de los efectos entre impuestos: esa maravilla que hace posible que un impuesto se aplique sobre otro impuesto, haciendo crecer la recaudación sin motivo.
Aparte del efecto de coacción y de gusano, algo más tiene que estar sosteniendo esto. En este sentido, el Estado es como un virus que se inserta en la célula y utiliza sus propios mecanismos para reproducirse, perjudicando la salud de todo el organismo. El segundo estado con más leyes del mundo (más de quince mil) no puede ser mantenido por sólo (¡sólo!) eso. Se me vienen a la mente los dos fraudes más característicos de este país: la Lotería y la Seguridad Social.
La seguridad social es un sistema que condena a todo individuo a unas pensiones de miseria, si lo comparamos con las pensiones que obtendría un trabajador medio suscribiéndose a un plan de pensiones privado medio (capitalización). ¿Por qué es un fraude? Porque, al igual que la estafa de Madoff o de Forum Filatélico, se trata de un esquema piramidal en el que los trabajadores actuales pagan a los que reciben la prestación ahora, y los que pagan tienen que confiar en que en el futuro haya suficientes paganos como para ver su prestación asegurada, y que en ningún caso está asegurada ni coincidirá con lo cotizado previamente.
Imaginemos que a todos los ciudadanos le quitamos un céntimo, y lo recaudado, diez mil euros se lo damos a una persona. Nadie se habrá enterado, y una persona estará muy contenta. Eso es lo que ocurre con numerosos impuestos, pero también algo parecido sucede con la lotería. El Estado ofrece suculentos premios y vende numerosos boletos para obtenerlos. El incentivo del premio es muy alto, de tocarte la lotería pasarás a millonario en un instante. Sin embargo, si multiplicásemos el dinero que podemos obtener como mayor premio, por la probabilidad de que nos toque, apenas llega a un euro, cuando el décimo vale veinte euros. Es decir, si somos racionales no compraremos el boleto. Así el Estado se aprovecha de la no racionalidad del que lo compra, se endosa una buena cantidad de dinero, y una pequeña parte se la da a los ganadores. En España, el dinero recaudado por la Lotería se dedica a financiar a las Comunidades Autónomas. Ahora se está viendo que esto no es suficiente y han creado el céntimo verde, un impuesto que encarece un 10% la energía, para financiar a las CCAA.
Asimismo, el Estado hace uso de su poder coactivo expropiando la propiedad privada, y ofreciendo una compensación reducidísima por ello. Esto le viene de perlas para poder hacer realidad sus sueños de construcciones faraónicas, tales como el AVE o numerosos aeropuertos. Imagínese lo que le constaría si tuviese que comprar una a una todas las parcelas que utiliza para ello, tal y como tendría que hacer una persona normal y corriente, o como hace el dueño de Eurovegas para poder hacerla realidad.
Pero por si esto fuese poco, y aún con multitud de aspectos que me he dejado en el tintero, todavía es insuficiente. El estado gasta un 30% más de lo que consigue coger de las personas de todas las formas imaginables, y entonces es cuando accede, con piel de cordero, al mercado y lo pide prestado, aceptando todas las leyes del mercado, que previamente ignoró. Entonces pide dinero a la gente a cambio de un tipo de interés (¡vaya, actuando mediante acuerdos!).
El Estado ya se encargará de crear inflación constante (impuesto inflacionario), que reducirá el valor de la moneda, y por tanto nos hará a todos más pobres de forma exponencial, reduciendo así el valor de su deuda, empequeñeciéndola con el paso del tiempo. Aun así, muchos gobernantes aseguran (como los griegos) que la deuda pública, por costumbre, no se paga.
En España, aún así, todo esto no ha sido suficiente para mantener al Estado Español. Llega un momento en el que ya no hay más por donde rascar para seguir expandiendo el gasto, y dilatando la burocracia, los derroches, etc. Llega la impotencia del Estado, que se presupone todopoderoso. ¿Qué hacer entonces?
El BCE, de momento, ha anunciado que, de quebrar el Estado Español, él saldría en su rescate y le inyectaría dinero suficiente para que pagara. Esto ha provocado calma en los que le siguen prestando el dinero al Estado Español, para que a Estado Español no se le acabe el dinero que tan urgentemente necesita para seguir incrementando el gasto. No obstante, esto no es todo. La UE ya ha concedido al Estado Español una línea de crédito de cien mil euros, a un tipo de interés artificialmente bajo. Además de las enormes inyecciones de liquidez que ha realizado el BCE a nuestro bancos y cajas, para apuntalarlos.
¿Cuándo llegará el momento en el que se declare insostenible el Estado Español, tras chupar de España todo lo que lo ha hecho, y comience a desmantelarse, para recuperarnos de todas las burbujas sufridas y que tienen una única causa?
España no tiene ningún problema, el problema está en su Estado, especialmente en sus gobernantes.
Nota: aunque en el título pongo España, en realidad me refiero al Estado Español, que tiene una gran diferencia, y que en multitud de ocasiones se confunde la sociedad con su Estado.
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